LA NACION                                                                                                                                                                                   JUEVES 21 DE JULIO DE 1955



SUGERENCIAS Y REALIDADES EN LA PINTURA DE FLORA AMIGHETTI
POR ARTURO ECHEVERRIA LORIA

Estamos junto al recuerdo de la pintura de Flora Amighetti, y frente a un paisaje de montañas azules y un cielo lluvioso, del que emergen como fantasmas, las siluetas de algunos árboles. Nos adueñarnos de las imágenes y les damos vida en nuestra emoción artística, y formamos una realidad, una creación muy nuestra porque la imaginamos.
 

Buscamos llegar a la pintura la emoción que ésta nos produce; y cuando recordamos a Flora Amighetti, la vemos siempre ansiosa de la nueva forma, en lucha con el trabajo y la creación artística, dentro de su mundo imaginativo, tan real y verdadero, que ya da frutos de excelente calidad.—


Flora Amighetti busca expresar su fino espíritu pictórico, dentro de una técnica personal y moderna. Su línea en el dibujo es ingénua, de un primitivismo delicioso. Los colores dan a su pintura una calidad de fuerza subjetiva, destacando la figura humana o el paisaje e imprimiéndoles un sello de sencillez armoniosa e inconfundible.

 

Es la pintura de Flora Amighetti, una pintura subjetiva. El paisaje nos sugiere un trópico sin sol, húmedo y poblado de soledad y en él, los árboles y los hombres las plazas desiertas y el fondo de montaña, conversan humildemente, simplemente, con la tristeza ambiental.


Flora Amighetti trata la figura humana como si fuera una flor, la acaricia; la forma dándole la esencia de su feminidad; y su ternura interna, vierte una luz interna que baña de gracia toda su obra de artista. Hay rasgos profundos en su trabajo que hacen esperar para el futuro, creaciones cada día más valiosas; se acentúa más su personalidad, y se enraiza su talento y su emoción a la magia simple de las cosas, y la línea de su dibujo, busca ya un trazo más consciente.

 

   


Max Jiménez nos decía que lo dibujos de Flora le recordaban las primeras cosas creadas; sus paisajes, los primeros que salieron de la mano de Dios, y las figuras, los primeros pobladores del Paraíso Terrenal, todavía sin haber asimilado el castigo del pecado original, el duro golpe de la angustia y del dolor de vivir y sufrir en este mundo, para volver al polvo.
La pintura de Flora AmighetTI, me sugiere la cualidad del siLencio. De ellas imaginarmos que se desprende, ese "silencio sonónoro del que nos habla el místico San Juan de la Cruz. Hay en su obra, un silencio de color y una sutil amargura que impregna e! ambiente como a la tierra la lluvia o como si la primera flor de la creación dejara caer sus pétalos o se desprendiera el ala de una mariposa sobre una ola, en un mar desatado en borrascosa furia.
Es la emoción y la belleza, pasados por el fino tamiz de su inteligencia, la que hacen adquirir a su obra, la calidad que tiene y ser un venero de vastas sugerencias, tan simples y finas, como las cosas vegetales, como la tierra, como el paso de una nube o el pudor de una violeta.

 

En un artículo sobre la escultura de Henry Moore, hay unas líneas, que dicen de la extraña afinidad entre la más sutil de todas las artes, la poesía, y la más sólida de ellas, la escultura y creemos que la pintura, es un puente de finas líneas y colores entre estas dos manifestaciones de arte; la pintura tiene la etérea condición de la poesía y la solidez de la escultura en su estructuración técnica. Ninguna do ellas, puede desprenderse del cordón umbilical que las hermana, el dibujo; el dibujo que es la madre común de toda obra de arte, ya sea de masas sólidas como en la escultura, o pinceladas fragies como en la pintura.
Todas las artes, son visionarias, auscultan en la sangre del hombre, hasta llegar a lo más hondo de su condición humana, y el artista creador, es un minero en su propia naturaleza, cava muy hondo en su espíritu y materia para interrogarse en su sangre y agonizar hasta la muerte, que en su presencia y obra, es vida sin término, fecunda y creadora.
 

Cuando queremos comprender por la emoción, la belleza que encierra una obra de arte, tenemos que situarnos en un plano de íntima sinceridad en relación con el artista y la obra admirada, dejar toda materia impura Que pueda obscurecer nuestros sentimientos críticos, y buscar la esencia creadora para formarnos un criterio preciso y claro.
 

Flora Amighetti es una trabajadora consciente de su arte. Sigue la segura ruta que le dicta su destino de artista, formando su mundo imaginativo, expresando su ser angustiado por la aventura del arte, por los caminos caminos del óleo, la acuarela, el dibujo y el mural y es esta última manifestación la más atrevida de todas, en la quo se destaca como iniciadora, junto a la pintora Margarita Bertheau y Francisco Amighetti. El ¿?moral es la obra como dice el poeta Carlos Pellicer, se raliza en escala heroica, y es sin lugar a dudas México, el país en que éste ha tenido su renacimiento. En nuestro medio ya comienza a frutecer, por la tenacidad y férrea voluntad de este grupo de pintores que buscan realizar su vocación artística, expresándola en formas y contenidos diversos dentro de nuestro medio, tan hostil a las artes. Nuestro país no ha podido todavía deshacerse del todo de la pobreza económica en que vivió durante la colonia y que le formó un espíritu pequeño; utilitario y mercantilista y que para desgracia de nuestro pueblo, todavía extrañamente se refleja en nuestra exigua vida artística e intelectual.
 

El muralismo en Costa Rica puede alcanzar éxitos insospechados, si éste u otro grupo de artistas pintores entusiastas, se proponen la conquista de los lugares apropiados para la pintura de murales, como lo hicieron después de la revolución, en México, los hoy famosos pintores Diego Rivera, Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y muchos otros más que van destacándose en la vida artística de esa gran nación.


Flora Amighetti, como los demás artistas que aspiran a engrandecer a su patria con su trabajo, entre los que descuellan por su técnica y conocimientos Margarita Bertheau y Francisco Amighetti, tienen derecho al reconocimiento del pueblo y la pintura que más hondamente llega a éste es la mural, la que se le presenta plena, sugerente, grandiosa en temas y en desarrollo, en colorido, ante sus ojos que de ver y ver y ver, llegarán a asombrarse y a comprender a nuestros hacedores de belleza, tan necesarios dentro de un país civilizado o que se precia de serlo, como el banquero, el científico o el sacerdote.

   
         

 

       
         
         







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