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Domingo 4 de
marzo 2007 |
ANCORA/9 |
Visita guiada
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LA NACIÓN |
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Sala Vida Plena
Dirección:
Edificio Vida Plena, Operadora de Pensiones, 300 m al este del
Museo Nacional. Título expo: Matronas Duración: Hasta principios
de abril. Artista: Manuel Vargas |
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El escultor Manuel Vargas inauguró la
sala de exposiciones del edificio de la operadora de pensiones
Vida Plena, en San José, con la muestra titulada Matronas. Se
compone de una serie de figuraciones que representan a la mujer
costarricense, en especial a la guanacasteca. Las esculturas
exaltan los valores como la fortaleza y la tenacidad.
Sobre esta serie, el también escultor Aquiles Jiménez comentó
que "estas mujeres tienen la |
fortaleza de una montaña", y la
historiadora Marina Volio comentó que "ellas caminan con las
piernas de la voluntad".
El ex ministro de Cultura Guido Sáenz comentó: "Vargas sabe
otorgar a cada una de sus figuras, la sensación plena de
organismo vivo, sólido y sensual. Son cuerpos con identidad
propia que viven por sí mismos. Sus mujeres respiran, casi
hablan, aunque no necesitan hacerlo, y además pareciera que
poseen alma". |
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CATALOGO DE EXPOSICIÓN |
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LAS MATRONAS DE MANUEL VARGAS
"Saben que soy bella". Su caminar es suave, armonioso. Su rostro
altivo. Quizás su sufrimiento, angustias y sus soledades se
esconden en los pliegues de su larga falda. Porque de su rostro
y del volumen de su cuerpo solo emana el orgullo de su dignidad
y de su belleza interior. "Saben que soy bella" como todas las
mujeres que la acompañan en el camino de sus vidas. Vidas y
caminos que han recorrido con las piernas de "su voluntad y
coraje..." como diría don Segundo Sombra. Porque también de las
sombras de nuestros maderos, del mazo y del cincel, de los
sueños y los recuerdos de la infancia de su creador, han brotado
a la luz, las matronas de Manuel Vargas.
Toda su obra escultórica nos asombra y nos reta. Nos reta a
pensar que el arte, lo mismo que la vida no es algo fragmentado
y que su estructura exterior, es decir su forma, es el fruto de
la coherencia interna de su creador, tanto en su trabajo
material, como en su reflexión intelectual.
En la obra escultórica de Manuel Vargas no encontramos una
búsqueda incesante de la presencia "indígena" o precolombina,
como lo observamos en Francisco Zúñiga. La pluma de Luís Perrero
nos señala: "e/ realismo de Zúñiga exige la búsqueda incesante
de la escultura precolombina en la composición, los triángulos y
los espacios, cuidadosamente planeados como lo están en las
esculturas, por ejemplo de la Vertiente Atlántica de Costa Rica.
Y por ello también en las incontables variaciones del tema que
hace Zúñiga, hay un aire deliberadamente evocativo de los
ancestros aborígenes." |
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Para el escultor Zúñiga ese realismo define
la identidad de un pueblo. (Ferrero, Luís: Escultores
Costarricenses. 1991:25) Efectivamente. Es la identidad del
pueblo mexicano.
Con Manuel Vargas tenemos que ser cuidadosos. Sus obras más que
realistas parecieran ser interpretativas. Tenemos que mirarlas
con detenimiento. De cerca y también a la distancia.
Acariciarlas, olerías. Saber que con el paso de los años esa
piel, ahora tersa, casi sedosa, será marcada con las hendiduras
y las inclemencias del tiempo. Porque la vida continúa en ellas.
Nos revelan su alma. Que es el alma de nuestro pueblo.
Las matronas de Manuel Vargas son las mujeres no del ayer si no
las de hoy y de siempre. Son las mujeres que han tenido que
dejar en la lejanía a sus hijos, escondiendo su dolor, en la
pampa guanacasteca. Han venido para decirnos que también somos
parte de ellas. Por eso se confunden entre la multitud urbana.
Entran en las oficinas públicas. Vienen al campus universitario.
Aquí sueñan que sus hijos vendrán a amasar conocimientos. Porque
ellas amasaron nuestra tierra. Son las madres que poseen magia.
La magia de saber quienes son. Y que además exigen ser. Que
saben hacia donde van. Porque ellas dieron a luz con la luna
llena que iluminó el nacimiento de sus hijos. Fue ella la que
vio nacer la tortilla con cara de luna llena.
Confundidas entre la multitud urbana, serenas, tranquilas, hacen
que quienes pasen a su lado no puedan ser indiferentes. Tienen
que observarlas y tocarlas y sin saber por qué, descubren que
traen dentro de sí algo mágico. A esa magia el pueblo la llama
suerte. Hay que tocarlas para tener suerte. Lo mismo el niño
ingenuo, que el ama de casa, que el profesional, que el joven
adolescente que busca a su amada en e¡ bullicio del cemento, e!
anciano que la hace revivir aquellos momentos... |
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Todos quieren tener su suerte, todos quieren
compartir su magia.
Es la magia que brota de las manos del niño de Tilarán. Es el
joven que llega a la ciudad a estudiar escultura en la Facultad
de Bellas Artes de ia Universidad de Costa Rica. niño y este
joven son los que viajarán a otros mundos. Busca conocer y
perfeccionar su espíritu y su cincel. Hay que aprender a dominar
la piedra y el mármol. En Carrara, Italia, estudia con esmero y
dedicación, en el Instituto Técnico Profesional "Pietro Tacca".
Quiere ser en su arte pero también con sus discípulos del
Conservatorio Castella y de la Escuela Autónoma de Centro
América.
Regresa a su patria. Trabaja con ahínco, con alegría y también
con rabia. Pero siempre con espíritu sereno. Ese es Manuel
Vargas. Ese es el maestro no de los grandes volúmenes con figura
humana. Es el maestro capaz de extraer de ellos la poesía de la
madera, del granito o del mármol, de los árboles y de las
flores, del canto de los pájaros, de los abrazos y de los Es la
poesía que nos brinda hoy su espíritu con las Matronas de la
pampa y de los valles, es decir de la Costa Rica entera.
Marina Volio Brenes Mayo 2007
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