
"RETRATO DF FLORA LUJAN"
Juan Manuel Sánchez |
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FLORA LUJAN
Nació en San José de Costa Rica en 1915. Se graduó en la
Academia de Bellas Artes de San José de Costa Rica en 1947.
Participo en exposiciones colectivas en Centroamérica, México
(la Bienal) Colombia y España (2a Bienal).
Realizó varias exposiciones individuales: en el Museo Nacional,
en el año 1955 y en 1970. En la Galería Amighetti en 1967. Hizo
un mural en la Escuela Normal de Heredia, en técnica fresco,
con dimensiones de 3 m x 8 m, en marzo de 1955.
Trabajó como
profesora de Artes Plásticas en escuelas de enseñanza media;
Escuela Normal de Heredia y Liceo de Costa Rica. Dio lecciones
de Historia de Arte en la Academia de Bellas Artes de la
Universidad de Costa Rica en 1947 - 1950 para sustituir en estos
lapsos al profesor de la cátedra.
Tuvo a su cargo durante 1959
el curso de artesanía para profesores de segunda enseñanza,
organizado por el Ministerio de Educación Pública. Murió en San
José de Costa Rica el 27 de noviembre de 1979. |
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FLORA LUJAN |
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Recuerdo desde mi infancia a Flora Lujan como una persona
atractiva, con gran fuerza vital, sonrisa fácil y trato
cariñoso. En vida fue la esposa de mi tío Paco. A menudo yo
jugaba con sus hijas en aquel ambiente de su hogar de bella
sencillez, adornado con materiales naturales y artesanías
traídas de sus muchos viajes. Gustaba de los arreglos con flores
silvestres recogidas en sus incursiones al campo para pintar
acuarelas. Yo admiraba la serena y al mismo ¿ tiempo exótica
belleza de su casa. Entonces no podía í, comprender que todo
ello era consecuencia de su cultura y gran sensibilidad
artística.
En sus primeras obras de arte noto la influencia del maestro Amighetti, pero luego su refinada sensibilidad modeló un
estilo propio. De su obra madura quisiera destacar sus
flores, realizadas en la década del 60, en óleo sobre tela con
formato grande, de bello diseño y atrevidos colores. Aún hoy
estas flores resultan de concepción audaz, por su expresionismo
casi abstracto, por su técnica de grandes manchas resueltas con
grafismos ejecutados directamente con el tubo, la espátula o el
pincel, y con una libertad de movimiento controlado y audaz. Una
obra de pequeño formato denominada "Interior", de carácter
intimista y gran encanto, es una muestra destacada de esta
técnica. |
Las acuarelas de Flora Lujan
se caracterizan por el trazo rápido, la mancha libre y un
refinado uso del color. Entre ellas el retrato de Lilia Ramos,
es una buena muestra de la modalidad de retrato en acuarela.
Flora trabajaba con deleite, dejándose llevar de su
sensibilidad, intuición y conocimiento, y por la dicha de crear
con libertad. Con la misma intensidad con que pintó, también se
entregó a la enseñanza del arte. Muchos recordamos sus lecciones
llenas de entusiasmo y creatividad.
Como compañera de Francisco Amighetti lo soportó y alentó en los
tiempos de lucha y a la vez estimuló la vida artística de su
esposo. Por diversas circunstancias la obra de Flora Lujan no
fue ampliamente conocida, quizás en parte por su temprana
enfermedad, ocurrida a la edad en que muchos artistas están en
su mayor productividad. Esta exposición lleva a las generaciones
que no la conocieron, la obra de Flora Lujan. Cabe señalar que
gracias a esta iniciativa del Centro Cultural Costarricense
Norteamericano, el Museo de Arte Costarricense inició la
preparación de un registro sobre su obra, para conocimiento de
los estudiosos de la historia del arte costarricense.
En esta oportunidad el Centro Cultural, realizando un encomiable
esfuerzo, recoge parte del trabajo de Flora Lujan, permitiendo
que su obra llegue al público en general y particularmente por
la juventud, para su conocimiento y deleite.
Grace Herrera |
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A FLORA...
Ingresé a la Escuela de Bellas Artes cuando esta se encontraba
temporalmente en el Edificio del Tennis Club en el Barrio
González Lahmann, y unos meses después nos pasamos a la
Universidad que acababa de construirse en el Potrero de los
Gallegos.
Sentada en un banco, con un álbum de dibujo apoyado en sus
rodillas, descubrí en el primer día de clases a una compañera
que atrapó mi atención y la mantuvo así los cuatro años que
duraron nuestros estudios.
Su pelo lacio, pesado, con el tono dorado de las hojas de otoño,
parecía ser de algún metal extraño y me preguntaba si este peso
no acabaría por causarle molestias. Cuando sonreía, sus ojos
chispeantes se achinaban y sus dientes fuertes de animalito
salvaje brillaban. Flora Lujan no sólo era una señora con dos
hijitas pequeñas, era también la esposa de Francisco Amíghetti,
nuestro profesor de Historia de Arte, que con Manuel de la Cruz
González compartía la admiración total de sus alumnas.
Esta condición debía haber creado una situación especial entre
nosotros, pero no era así. Flora era la más dispuesta a romper
el orden, a inventar paseos, a gastarles bromas a los profesores
que llegaban de saco y corbata (sólo recuerdo a uno que enseñaba
Anatomía), pero era también la única que tenía un estilo
definido, una manera de ser diferente, de pintar diferente, de
vivir y sentir aspirando la vida a grandes bocanadas,
disfrutando de una copa de vino como si su rojo temblor fuera
destilado de graneles, o una taza de té, como si nos la
sirvieran en el Palacio de Buckingham. |
Los colores de su paleta se
atropellaban para inundar sus cuadros. Sus pinceladas
desordenadas, creaban la sensación de que los momentos por ellos
atrapados pertenecían a un mundo mejor, más alegre, más
espontáneo, más vital.
Me pintó un hermoso retrato sentada en la poltrona en que mecía
a sus hijas, en la casa que por muchos anos ocupara junto al
Cine Rex, frente al Parque Central y al comentarle que no le
encontraba el parecido a esos ojos adormilados y la sonrisa
misteriosa, respondió: "Eso piensas tú, la verdad es que vista
desde aquí, eres una tranquila dama del Renacimiento que sin
querer se ha comido un canario".
Pintó pocos cuadros y creo que muchos se han perdido, entre
ellos mi retrato. Pero cuando admiro la naturaleza muerta que
ragaló a mi hermana, o su cuartito de Barba, siento que Flora
sigue viva en cada uno de ellos, que su risa, su humor tan
"Lujan", su ternura a flor de piel, su estilo definido, tan
distintos de los demás pintores costarricenses, permanecerá para
siempre con nosotros.
Graciela Moreno |
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ONIRISMO EN LAS ACUARELAS
DE FLORA LUJAN |
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Uno de mis deleites íntimos es darme a observar gente en camino
de realizarse y, a tiempo, en la fruición de sus obras. A pesar
de nuestra amistad, yo no había tenido la ocasión de solazarme
en el trabajo de Flora. Inexplicable su actitud; sólo me
permitía verla en el manejo de sus pinceles y mostrándome el
revés de caballete o marco. Y luego, ocear el resultado de su
faena, como si yo, aficionada entusiasta nada más, Fuera un
zoilo...
Hice varios recorridos en su exhibición en la Galería Amighetti,
uno en su dilecta compañía. Viajes sentimentales que me
regalaron variadas emociones, una de ellas la conmoción de
recuerdos plácidos de mi deambular por estudios y museos. Si
Yolanda Oreamuno hubiera podido visitar la exposición de Flora,
le habría dicho; "Te felicito porque llegaste a la diáfana
madurez".
Mi trajinar global dejó en mi ánimo impresiones definidas. Flora
no teme la espontaneidad... está libre de la ordenación
arquitectónica de algunos acuarelistas. Con su numen y recursos
logra una.atmósfera de enigma, algo así como lo que obtiene Diño
Buzxati con sus historias.
Sus acuarelas son cálidas y sugestivas. Los precisionistas,
Demuth y Sheeler, etc., bajan mi temperatura: dan con la esencia
y la fijan con maestría verdadera. Mas... del último he visto
obras tan perfectas que estorban el vuelo de la imaginación. A
fuerza de empeñarse en expresarlo todo, no comunican mensaje.
¿Es que lo poseen? El cromatismo de Flora Lujan en sus
creaciones Escazú y Mata de Limón, me trae reminiscencias de uno
de mis artistas favoritos: Derain. El estímulo; el empleo de
verdes y azules en la transición del francés de "fauve" a
naturalista clásico. Amplío mi aserto y para esto copio una
frase de Yolanda Oreamuno: se trata de "analogías que no son
influencias". |
Y... ¿si las hubiera? ¿A quoi bon?, diría Malraux quien ha
reiterado que nadie escapa de ellas. Sostengo; el que niega la
posibilidad de ascendiente en su labor creadora, proclama su
falta de ilustración, de receptividad o de ambas. Flora Lujan ha
puesto en marcha todas sus potencialidades y ha bebido en
fuentes
diversas.
El producto de esos afanes se evidencia en el
sello individual que aprecio en sus acuarelas y en el óleo sobre
papel.
Los juegos acuáticos están preciosamente realizados. En la
Marina número veintiocho, me parece que Flora se desembarazó de
vivencias terribles, quizá dramáticas.
Arte de necesidad interna.
Kandinsky
Aparición inevitable; por un ventanillo de mi edificio de
memorias asoma Albert P. Ryder y con él su holandés errante.
¿Dónde en su "lago interior"
oculta Flora la angustia, denominador común de los mortales,
ante las fuerzas de natura o del destino, en vista de la
insignificancia del hombre? Para mí ella, como el pintor
estadounidense, hacen del mar el símbolo de la amenaza eterna
que transforma a la humanidad en un juguete a la deriva...En el arte de Flora de
Amighetti hay una peculiaridad que atrae mucho mi interés: las
flores. Un nuevo asalto de recuerdos: Sheeler busca modelos en
su esplendor, en su apogeo. En cambio, Braque espera su
decadencia; éste afirma: "Me acerco al objeto en el momento en
que sólo sirve para echarlo a la basura". Pinta una estufa que
no genera calor... una cachimba en la que es imposible fumar...
una guitarra, un violín, una mandolina en que no se puede tocar.
Me interroga: ¿Las flores despiertan la compasión o la simpatía
de Flora cuando están a punto de soltar sus pétalos? En sus
acuarelas ofrecen el cuadro de un proceso de moribundez. Sin
embargo, se las mira en plenitud, lozanas como si se operara un
milagro: el de mantenerlas sobre los pedúnculos evitándoles su
caída. Más bien parecen esfumarse en el aire, en marcha hacia
arriba y tras la perpetuidad...
En uno de sus ensayos, todos muy iluminadores, Marie Bonaparte
asegura que la flor es el símbolo de la negación de la muerte.
Por su naturaleza, lo es de la fugacidad de la primavera, del
goce, de la hermosura. Por su forma, es la imagen arquetípica
del alma. El mar es alegoría también: el mediador entre la vida
y la muerte. Estas ¡deas ricas en sugerencias, instigan al
sicólogo a una interpretación de las cifras que entrañan flores
y marinas en la obra de Flora. Pero no debo alejarme del ángulo
del arte. Sólo diré que sus marinas expresan inquietudes
fundamentales, hasta pueden revelar una tempestad afectiva, y
sus flores, un miedo enorme a desaparecer sin el logro de una
realización acariciada, en enlace a un ideal por obtener: la
certeza de haber hecho un trabajo perdurable y con él, alcanzar
ta serenidad de espíritu.
Diciembre, 1967.
Un velo tenue de onirismo flota en su obra, especialmente en
Arrabal. También en las marinas, destaco la número quince, y en
las flores. Lo percibo claramente y me vienen asociaciones: el
Nacimiento de Venus y el cornijal izquierdo de Criatura del
destino y algunos óleos con flores de Redon...
Varios fragmentos decorativos de Chagall, Ángel y poeta es un
ejemplo, sin la nota de pesadilla liviana del ruso.
Y es que en las acuarelas de Flora no hay imágenes condensadas
ni superpuestas ni ellas se desplazan. Los sueños apenas
sugeridos por el cromatismo y la manera de pincelar, son de los
que tejen los venturosos en la satisfacción de anhelos que no
entrañan remordimientos...
Flora trata la figura humana como si fuera una flor; la
acaricia, ta forma dándole la esencia de su feminidad y su
ternura maternal. Vierte una luz interna que baña de gracia toda
su obra de artista.
Arturo Echeverría L
El poeta lo dijo... Tomo un lugarcito para añadir; Flora hace
gestos, actitudes, ademanes, de cada sujeto y plasma lo sui
generis. De ahí la originalidad de sus retratos. Pintó muy bien
a Nidia en su aire altivo, el que despliega en situaciones que
la intimidan... Y la delicada prestancia del Negro, su mejor
acuarela en esta línea. Flora volcó su sentimiento de cariño y
estima por su alumno... Es una obra realmente hermosa. Los
amigos dicen que la artista me sorprendió en momentos de
reflexiones graves...
No vibro con sus maternidades. ¿Mi culpa? ¿Piensa la artista que
el tema es un imperativo del autor? Los convencionalismos suelen
herir a mansalva.
¿Es que Flora, muy limpia de ellos, se dejó atacar?
Los desnudos tampoco suscitan mi admiración, No obstante, el
número ocho me gusta por la nitidez que le dio la evanescencia
de las flores. Escasas pinceladas y el amarillo del veintiuno,
bastaron para brindar el ensueño a su cuadro.
Flora ejecuta los paisajes con auténtica filis. Siento que
revelan su apogeo a la naturaleza, por no aventurarme a decir su
identificación. Ama su dintorno y lo brinda con ternura al
otorgarle categoría de género humano. Hay tanto fervor en la
artista al pintar el espacio abierto del mar, como en el medio
cerrado de algunas villas y ciudades, Honduras y Bloomington.,.
Lilia Ramos
La Prensa Libre, 22 de diciembre de 1967 |
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FLORA LUJAN
El nombre de Flora Lujan se asocia de poetas y
pintores familiares suyos, entre quienes asoman sus brotes de
arte en sincero florecimiento adolescente y espontáneo. Podría
ser simbólico el hecho de que conocimos como su primer óleo una
graciosa versión de unas flores, que ya nos llevó entonces a
pedirle: "Flora, ¡denos más flores!". Amigable petición que su
impulso vocacional hizo realidad constante y tan sentida, como
para contribuir en mucho la realización de su vida íntima con el
artista polifacético Paco Amighetti Ruiz. El tan conocido y
estimado don Paco, tan firmemente arraigado en las actividades y
preocupaciones estéticas nuestras.
El paso de Flora por la enseñanza artística fue también fecundo
y positivo: la Escuela Normal de Heredia y el Liceo de Costa
Rica la contaron entre sus profesores aptos y distinguidos,
puesto que no omitía esfuerzos y luchas en bien de la causa
educacional de las artes. Por cierto que una de sus prácticas
importantes fue la de conducir alumnos a las exposiciones
pictóricas del Centro Cultural Costarricense Norteamericano, así
como a la proyección de las mejores cintas cinematográficas
traídas por tal centro para su divulgación y nuestro deleite.
Aún señalaríamos sus horas extra-horario o "vocacio-nales", para
el cultivo del delineado, la acuarela, la tempera y el óleo, y
su gestión social en el departamento "ayuda al estudiante
pobre".
Ida Flora, su amplio recuerdo nos la hace presente en el sentir
de lo que fue fraternal compañía, hoy continuada en hondos
imperativos de la mente y el espíritu.
Juan Manuel Sánchez
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UN ENCUENTRO CON FLORA
LUJAN
Para la generación naciente de artistas e historiadores del
arte, es una grata sorpresa conocer a Flora Lujan como artista.
Muchas veces en nuestras lecturas la habíamos encontrado como
mujer sensible, madre, esposa, compañera inseparable de
Francisco Amighetti; hoy redescubrimos esta faceta que se
encontraba para muchos de nosotros escondida.
Flora crece cercana al mundo del arte ya que su hermano el poeta
Fernando Lujan estaba relacionado con el movimiento
artístico-intelectual de la época. Esta cercana relación y su
matrimonio posterior, hace que además de amiga fuera también
modelo constante de pintores y escultores entre los que podemos
contar a Juan Manuel Sánchez, Gonzalo Morales, Francisco Zúñiga
y Juan Rafael Chacón.
Como artista, encontrar una línea conductora de su obra a través
de su vida no es fácil, posiblemente debido a que su dedicación
al arte no pudo ser exclusiva. Sin embargo pese a diferencias
estilísticas según los períodos, su pintura es "profundamente
femenina" tanto en la elección de las temáticas donde predominan
las "flores", como en la delicadeza general del colorido. Las
flores ejecutadas en los años 50s y 60s muestran el grado máximo
de expresión de Lujan, dejando en la materia la huella atrevida
de la espátula; los grafismos integran y desintegran a la vez
las flores dentro de la obra, convirtiéndose éstas, sólo en un
pretexto para la expresión de sus sentimientos más recóndidos.
Este redescubrir nos ha mostrado con más claridad a esta valiosa
artista, que compartió trabajo, sueños y fatigas con Margarita
Bertheau y un grupo de mujeres valiosas que han dedicado lo
mejor de sus vidas a la pintura. También ha dejado en manifiesto
el importante trabajo que como educadora, Flora impartió en
planteles educativos como el Liceo de Costa Rica y la Escuela
Normal de Heredia. Por esto, el esfuerzo del Centro Cultural
Costarricense Norteamericano, recibe una amplia acogida del
Museo de Arte Costarricense que ha tenido la oportunidad de
colaborar en esta exhibición que enriquece aún más los nexos
entre ambas instituciones.
lleana Ma. Alvarado
Museo de Arte Costarricense |
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El Centro Cultural Costarricense
Norteamericano desea agradecer profundamente a aquellas personas
que de una u otra forma han hecho posible esta exposición. |
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