José Mariah Alfaro
Cooper
1861/1939
Libros:
(1913)Poesía .
(1915).Viejos moldes
(1921-1924) La epopeya de la cruz
(1923 ) Al margen de la tragedia
(1926) Cantos de amor y poemas del hogar
(1926) Ritmos y plegarias
(1936) Orto y ocaso
Publicó sus primeras
obras en la antología de Máximo Fernández Lira
costarricense, publicada entre 1890 y 1891
"
IMAGINAOS a Walt Wihtman con todos sus años visibles
en las canas, corriendo por entre las avenidas de un
parque con un niño alzado en hombros. Así conocí una
mañana a este poeta amable que a pesar de sus años
es jovial como un patriarca bíblico. Bastaría
relatar esa escena para definir a José Mariah Alfaro
Cooper. Pero como importa conocer algunos detalles
de la vida de estos viejos artistas que invocaron
los primeros a Polimnia en Costa Rica, será útil
consignar lo que sepamos.
Nació Alfaro Cooper en 1861 en San José, no siendo
por tanto, como creen algunos, nativo de Cartago.
Desde su infancia venia cumpliéndose cierto designio
para amasar su alma lírica llena de fe.
A los tres años muere su madre y a los doce le falta
también su padre, el Licenciado don José" Joaquín
Alfaro Sandoval, republico admirado siempre, que
ocupo con dignidad varias veces la Magistratura de
Justicia. En el tiempo de nueve años que vivió solo
con su padre fue mimado de su abuela que vivía del
producto de un molino de trigo en las afueras de la
ciudad. Aunque enfermizo, su vida de libertad en el
campo le daba un vigor sano a quien luego debía ser,
por el ejercicio constante, colegial temido de
bíceps de acero, A los doce anos ya vivía en Cartago
donde estudio en el Colegio de San Luís Gonzaga de
los señores Ferraz. Luego vuelve a San José a
estudiar Derecho, pero no continua el curso porque
una seria enfermedad lo obliga a salir para Europa
en 1885. Ya había dado sus frutos en versos
melancólicos y amatorios del 80 al 83. Desde esta
época, en la cual se hizo sentir como cantor sincero
de las cosas del sentimiento, no volvió a escribir
versos hasta veinte anos después, en 1904, cuando la
musa del hogar rompió ese silencio y lo hizo cantar
para su compañera y para sus niños «de pies rosado.
Las áureas cuerdas de la lira del hogar tuvieron en
sus manos sones armoniosos y delicados.
La revista de García Monge, Ariel, publica en 1912
su primera colección de versos y en 1914 se insertan
en los Anales del Ateneo todas sus poesías. De estos
versos que el llamo Moldes Viejos, hablaron entonces
con entusiasmo Billo Zeledón y José Fabio Garnier,
quien reñri6 a propósito del poeta aquella parábola
sugestiva que a orillas de la laguna veneciana le
dictara una amiga acerca del cisne que comía
estrellas. Y esa alegoría popular en la bella Italia
la re-cuerda para Alfaro Cooper que acostumbra a
salir de la soledad en que vive para bogar como el
cisne de la parábola en un lago de luz blanca y
hundir en el agua el pico de ágata para sorber
estrellas. Ya habían hablado de el con cariño: el
doctor Machado, guatemalteco ilustre que viviendo en
Costa Rica muchos anos impulse su cultura y le dio
prestigio: don José Mariah Solano (Pascual),
periodista de grata recordación en el país, y don
Cesar Nieto, el culto español costarricense.
Una característica de Alfaro Cooper es su excesiva
modestia, que nosotros reprobamos. Su ideal ha sido
vivir tranquilo, poseer algunos libros y estar en el
campo. Tiene la vanidad de ser humilde, le disgusta
la vida social y no soporta los convencionalismos.
Es, pues, lo que parece: un hombre sincere. Cuando
es-tuvo en Amberes, don Manuel Mariah de Peralta le
ofreció ser miembro de una renombrada sociedad
literaria y le contesto que tanto valía hacer ese
honor a un costal de café pues que el no era
literato. Sin embargo, su cultura es apreciable,
traduce de varias lenguas, entre otras, del alemán y
del ruso, y ha viajado por Bélgica, Suiza, Alemania,
Italia y España.
Como Director de la Estadística, puesto que ocupa
actualmente, su labor ha sido meritoria, sobre todo
en los once Anuarios que lleva escritos.
Fue en su juventud maestro de escuela en San Pedro
del Mojón y luego Profesor en el Colegio que fund6
don Leopoldo Montealegre y en el Instituto Americano
que dirigió don Juan Ferraz. Después ha servido en
distintos puestos de confianza, haciéndose notar su
espíritu de orden y su cordialidad ingénita.
El proceso moral suyo seria importante consignarlo
por el aspecto místico de su obra: fue educado en la
severa practica de la religión católica con los
reverendos padres de la Compañía de Jesús, pero de
joven influyeron sobre el las ideas liberales del
ambiente, sobre todo las que difundiera entre
nosotros el doctor Zambrana y las lecturas de Víctor
Hugo, Voltaire, Pelletan, etc. Pero siempre deseaba
creer y buscaba con fe el regazo religioso. Leyó
obras espiritistas y asistió a reuniones en casa de
don Buenaventura Corrales; concurri6 a la Sociedad
Teosófica, y por último volvió de donde había
salido. Hoy se ve que su tranquila vida esta a la
sombra de ese velamen tibio del cristianismo que a
el lo conforta y lo estimula, tanto, que prepara la
obra más extensa y más seria que se ha ensayado en
Costa Rica: "
La
Epopeya de la Cruz.
Ese mismo ardoroso sentimiento hizo que obtuviera
una medalla de oro como primer premio a su himno en
el Concurso del Congreso Eucarístico de 1913.
De su vida puede hablarse extensamente para enseñar
en todo momento a un hombre franco, espontáneo, que
no tiene hoy más anhelo que el de su familia y el de
Dios. Pero lo que hay en el digno en verdad de
hacerse notar es esa obra en verso que prepara sobre
la vida de Jesús, de la que lleva escritas más de
doscientas páginas en la Divina Infancia y otras
tantas sobre la Vida Publica del Salvador.
Su proyecto de esta obra es admirable; sorprende que
sienta energías para emprender obra de tal magnitud.
Y tanto mas apreciable es su esfuerzo si se piensa
que no labora para hoy, que consume sus anos que le
restan en la realización de un poema augusto que
cante la vida de Jesús el Maestro.
Pasan siglos como días y la Musa Cristiana siempre
tiene sus mas puros acentos; la historia del mundo
se llena con la historia de la religión desde las
Nueve Musas del bien llamado padre de la Historia,
pasando por los latinos de las Décadas y de los
Ana/es, hasta Chateaubriand con su libro del Genio o
Didon con su bella apología. Y es que existe en
todos los tiempos de la humanidad la misma inquietud
espiritual, ya sea en el politeísmo heleno, ya sea
en la idea única del Dios-Cristo.
¡Divina idea la de este poeta que le hará trabajar
con amor sagrado! Divina inspiraci6n la suya al
acometer tal obra, pues la muerte lo sorprenderá un
DIA inclinado sobre las paginas de la cristiana
epopeya como sorprendi6 a Juan de Segovia sobre el
asa del jarrón que miniaba.
Laborar es orar, dice el proverbio latino; y hache
se cumple porque orando labora. Al trabajar en este
libro, trabaja Alfaro Cooper para la posteridad. Su
obra tiende las alas hacia lo más alto y quiere
hacer lo que no se ha hecho en poesía: cantar al
Redentor en todos sus divinos pasos.
La Crisíiada de Hojeda, la Mesíada de Klopstock, Las
Mujeres del Evangelio de Larmig, son bellas obras
cristianas que refieren algún aspecto de la vida de
Jesús, pero Alfaro Cooper quiere ir más allá: quiere
referir todos los aspectos.
Para esta obra, es natural, ha pasado algunos años
documentándose y estudiando en todas las fuentes
posibles. Pero si, como dice Swedenborg, a las cosas
humanas hay que conocerlas para amarlas y a las
cosas divinas hay que amarlas para conocerlas, este
poeta, por el amor, comprende la epopeya cristiana.
Esa descripci6n de Jesús que insertamos en el libro
es admirable por su exactitud y por su pureza; la
damos como bella primicia y para que se tenga una
idea del libro.
De su verso clásico no decimos mas que cumple su
misión dentro de las ideas estéticas que tiene el
poeta: no es el amigo del modernismo y tiene
arraigos hondos con esa escuela que ya va
desapareciendo. Por eso, a veces se llaman fríos a
sus versos, porque se encuentra en ellos cierto
espíritu arcaico que no amolda con lo actual. Pero
axial y todo, su obra inédita escrita en varios
metros, será leída con deleite y se admirara siempre
en ella ese espíritu idealista que la anima, esa
visi6n celeste que la crea y que recuerda la
expresión de Milton: «No veo mas que a Dios, El con
sus alas cubre mis ojos... No veo mas que a Dios!»
(Texto de: Rogelio Sotela , Valores literarios de
Costa Rica, 1920
(Otros datos
obtenidos por el compilador)) |