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Las semillas

El amor navega la piel,
y deja un aroma a selva
recién germinada.

El amor es el abrazo
que nos convierte en puente.

Se ama el agua
las estrellas.
El amor es una patria
sin epicentro preciso.

Amar es humana circunstancia,
es la magia heredada
para recrear el mundo.

El amor es la danza de los planetas:
mueve cordilleras
y amplía los horizontes
para peces y flores.

Ahí, donde sonríe un niño
muy por encima del dolor humano,
el amor inicia su poderosa avalancha
hacia lo eterno.

Recolectando sentimientos

Transmuto el inconciente.
Soy una bestia cósmica
que muere de dolor
en un planeta desconocido.

Me echo a caminar en esta galaxia,
adherido a la fiera raíz de la incertidumbre.

El tiempo me carboniza.
En la quietud de la noche
alguien llora despacio,
y me restaura con sus lágrimas.

Mi deseo es una danta corriendo por la llanura,
un collar de piedras incandescentes.

Y cuando reina la quietud,
alguien libera una bandada de pelícanos.

Entonces,
somos litoral huracano.
 

Poema de mar

Mientras la noche extiende
su respiración de estrellas,
las raíces crecen,
y los amantes se besan
bajo el frío de los paisajes.

El sentido de la vida
estalla.

Han germinado ambos,
y lo saben.

Una energía cálida recorre los lienzos.
Las palabras son luciérnagas que caen en la hoja.

Era la señal,
el profetizado rito.

Amanece en la selva
y ambos navegan
con un motivo fiel y constante.

Cualquier otro acontecimiento
será un simple adorno de la Vida.
 

El agradecimiento es un eco gigante

Agradecido, confiado,
avanzo despacio.
Un hálito de ángeles
me lleva por el mundo.

En la carretera carros y rostros,
muros y flores,
pero la mirada es mía.

La incertidumbre es sustancia común,
sustancia creativa.

No sé más tarde,
pero en este retazo del cosmos,
soy eterno:
los fados portugueses,
la voz de mi hija musicalizando la casa,
mi esposa, poseída de belleza,
acomoda estrellas galopantes
en un lienzo.

No se más tarde,
pero ahora,
me siento sostenido,
mimado de existencia.
 

Amanecer de montañas

Aislado,
sin otra música que el mar,
pienso en usted.

Los años distantes extienden la espuma.
En mi corazón
continúa el relámpago
de su muerte.

La nostalgia,
es un camino de hormigas.

Usted me heredó la vitalidad,
el nombre tibio de los manglares,
una isla repleta de aves y peces.

Usted me dejó arcilla
para completarme.
 

Declaración de un fugitivo

La vida es una membrana
que vamos quebrantando,
un grito indomable
que se rompe
en la estación sagrada del tiempo.

De inmediato vienen los rostros,
las palabras.

Conocí el hada madrina de las flores,
por usted.

Capté las raíces íntimas del verso
en su mirada.

Fui a sus labios con la única esperanza
de respirar alegría.

Usted me iluminó las venas
para cruzar noches apagadas y solas.

Así era, así es.

La Vida es una membrana
que voy remendando.
 

Por los siglos de los siglos

Los planetas rotan,
afectan el compás de mi sistema cardiaco.

Cae una hoja,
y la lluvia se derrama completa sobre la tierra árida.

Estamos muertos de ausencia,
nuestra casa está en otra parte.
el cuerpo nos pesa, nos detiene.

Las galaxias rugen al inverso,
y los dinosaurios despiertan
a la luz de la flores.

Somos el destello del colibrí.

Los planetas rotan
en nocturna llamarada
y nada se inmuta.