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 Mario Parra  

 

   
         
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Dn Luís Ferrero indica :

En la obra escultórica de Parra se definen los temas eróticos y sociales. Estas son sus preocupaciones. La figura humana —tanto masculina como femenina— expresa la vida amorosa, la libertad y los derechos humanos.
Sin alejarse del ideal grecolatino —señala Ligia Kopper de Fischel— Parra acaricia la belleza del cuerpo humano y se comunica por medio de él con apasionada voluntad creadora para expresar el amor, la familia, la fe, el trabajo, la alegría, el dolor...

Como nota dominante expresiva, en sus piezas no se encuentra el gesto o el rostro. No hay rasgos definidos en la cara: leves cavidades evocan —por su asociación anatómica— ojos, boca y nariz.
Las posiciones y actitudes gestuales del cuerpo —a pesar de ser eminentemente figurativo— escapan de la fácil representación de la realidad para virar hacia la abstracción. Indagan y revelan fragmentariamente al hombre, no por falta de unidad espiritual.

Guiado por un espíritu renovador —que en mucho sigue las enseñanzas de Lipchitz, de Henri Laurens, de Henry Moore y de Brancusi—, Mario Parra ejecuta sus obras enriqueciendo los rumbos que marcaron estos maestros de la escultura mundial, .. . caminando por su propio y único sendero con pasos muy seguras. Y es en este aspecto en donde a mi juicio —señala José Sancho— radica lo más valioso de Mario Parra: su originalidad que, sin pretensiones innovadoras, le ubican como valor indiscutible dentro de las artes plásticas en Costa Rica.

Es decir, en su viraje hacia la renovación, Mario Parra toma y desarrolla conceptos creados por el cubismo estilizado.
Respecto al arte que cultiva, Parra expresa que escogió las técnicas escultóricas: ... por las considera fuertes, duras, agresivas, bruscas y tiernas a la vez.

Me gusta sentir físicamente lo que hago —sudor, cansancio, dolor muscular—; cosa que ocurre cuando se hace verdaderamente arte.
De ahí que considero la escultura como un trabajo "obrero intelectual": fusión entre vivencia y técnica. Solo cuando logro reunir estos elementos se da en mi obra una verdadera revolución. Es cuando siento y entiendo el sacrificio que hace nuestra base trabajadora. Por eso, el tema fundamental para mi obra es el social.

En el quehacer escultórico no puede caber una mentalidad prejuiciada, moralista o sectaria. No me gusta la escultura cotidiana que sublima las ideas, lo mismo que la técnica establecida porque unido a ellas va el estancamiento del artista. Para combatir esto me he propuesto buscar constantemente formas nuevas, técnicas y material, para representar con mayor efectividad este mundo cambiante que nos rodea.

En este sentido, el escultor de hoy tiene un gran compromiso con los cambios sociales que se están dando y es a él a quien le toca representar los sucesos históricos.

El artista —en especial el latinoamericano—, en los momentos actuales debe realizar la representación del cambio y el dolor que éste produce y del cual él mismo es testigo. El cambio social y político provoca la evolución de su temática.

El cambio social y prolítico —en efecto— provocó la evolución de la temática de Mario Parra. Fue dejando atrás lo cotidiano para enfocarse en la actualidad más hacia lo que es el hombre. Este evolucionar de lo cotidiano hacia el compromiso político y la denuncia social se expresa sobre todo en sus grandes relieves más que en sus miniaturas. El contenido es evidente: la representación dice de hechos y fenómenos vigentes en nuestra sociedad. Y así fueron surgiendo las piezas construidas con "engranajes" que forman volúmenes.

Mario Parra reitera que no se puede ser escultor sin trabajo, sin vivencia. El trabajo es como el alimento de cada día. la escultura —por ende—, es parte fundamental de su vida. Ella es idea, lucha y libertad.

Tan es guía de su vida que su producción es abundantísima: alrededor de 3500 creaciones, pues para sus miniaturas él dedica alrededor de cinco horas. Ello le ha permitido el reto de vivir del arte y poder sostener a su familia; de luchar contra la mediocridad del medio artístico, sin que lo amilane la mala voluntad que han tenido hacia su obra. Y el luchar duramente lo aprendió desde su niñez porque él procede de un nivel social no muy alto. El diario luchar le ha permitido vivir y aprender mucho, y estas vivencias le han enriquecido su temática.

Un detalle final; aunque Mario Parra modela, prefiere la talla de la madera. Ningún secreto le guarda la talla directa.

De la madera todo, su belleza, su forma natural, sus vetas, absolutamente todas sus riquezas envuelven a este escultor. La dispersión de la luz, el equilibrio, y la huella de sus antepasados, están siempre presentes en las concavidades de sus trabajos — destaca Jaime Enrique Oviedo.

Mario Parra es uno de los creadores más infatigables. A lo largo de los años ha creado más de 3.500 obras. Las ha esculpido en tiza, en cera, en maderas preciosas, en metales... Tiene también obras murales de gran tamaño, así como miniaturas en bronce, hierro, cobre, oro y plata. Sin embargo, la madera es su material favorito y la trabaja por la talla directa.

Desde su adolescencia, y como bien lo señala Jaime Enrique Oviedo, "Mario Parra defiende su obra en miniatura, que es prolífera y en variados medios. Sostiene la tesis que el tamaño no necesariamente determina la obra escultórica, como tampoco el material en que esté ejecutada. Lo ha demostrado frecuentemente con sus fundiciones a la cera perdida que lo llevan a técnicas empleadas en joyería, que él también conoce, siguiendo el proceso escultórico de las piezas de gran tamaño en la preparación del modelo y sus generalidades. Con su creación "anillo tornillo" transforma el anillo que puede vestir un dedo, en pieza antifuncional, escultórica, cuando le enrosca un tornillo en el orificio que atraviesa el aro y lo convierte en pieza abstracta geométrica, determinada por una escala menor. Demuestra así que joya y escultura en miniatura son equivalente y reduce todo a un simple problema de semántica."

Por su carácter se "enclaustró" con su familia en un pequeño terreno en Escazú, donde vivió exclusivamente del arte. Le gusta experimentar con los materiales, el diseño y el espacio.
Trabaja con constante dedicación y responsabilidad creadora. Lo hace, para manifestar repudio al favoritismo que impera en Costa Rica en materia artística, porque tal favoritismo alienta una mediocridad inusitada.

Escultores Costarricenses, LFA, 1ª edición, Editorial Costa Rica, 1991. ISBN  9977-23-569-4

   

2007

LANACION - Aldea Global

Sábado 28 de abril, 2007

 

Obras en corteza de árbol guanacasteco
Mario Parra presenta esculturas en jobo

Escultor presenta 46 obras en madera; miden menos de 40 centímetros de altura
Crítica social sigue siendo el motor de la obra del reconocido artista nacional

Randall Zúñiga
rzuniga@nacion.com

Con su cuchilla y su talento, el escultor costarricense Mario Parra ha dado nueva vitalidad a las cortezas del árbol jobo guanacasteco. Su exposición, Cortezas de árbol , presenta 46 esculturas que abordan la temática femenina y muestran a personas en diversos oficios, como un pescador o un recolector. Todas las piezas dan pie a la crítica social.

“Trato de no acabar las obras al máximo, sino de darle opción a quien las ve de descubrir en ellas cosas nuevas”, asegura.

De ahí el juego entre las “cortezas” y la denuncia de la “superficialidad” a partir de figuras atrapadas y de vestidos sin cuerpo. “Critico a esa cultura que propone a la mujer como un envoltorio”, dice el artista de 57 años.

Al ser consultado sobre el pequeño tamaño de sus obras, Parra afirma: “La cultura del costarricense es menos arrogante, menos pretenciosa (que otras)”.

La dimensión de las esculturas no es novedad en la trayectoria artística de Parra: en el 2003 presentó su colección de miniaturas en tiza.

Ahora, estas cortezas de jobo, a las que el creador añade mucho más que textura, retoman la pequeña escala. “Costa Rica no es mármol y tampoco es piedra. Costa Rica es tropical”, dice sobre la pertinencia de la madera.

Otra de las críticas de Parra reside en la tendencia de muchos artistas a contribuir con la diferencia de clases debido a los exorbitantes precios de sus obras.

“El arte se está destinando cada vez más a la clase alta; pero también las clases medias tienen derecho a adquirir arte”, opina el artista, cuyas obras cuestan entre ¢125.000 y ¢150.000.

La exposición –de entrada gratuita– estará abierta hasta el 7 de mayo en la galería Sofía Wanamaker, del Centro Cultural Costarricense Norteamericano, en Barrio Dent.

 

   
     
     

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Revisado el: 11/20/12 11:08:09 AM.

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