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*------estoy absolutamente convencido de que
si la creación no surge de las raíces mismas del
pueblo no será nunca verdadero arte"
Néstor Zeledón
Néstor Zeledón irrumpe en el ambiente artístico
costarricense come integrante del Grupo 8 en la
década de los sesenta. El grupo se proponía impactar
al medio cultural con su apertura a lenguajes
plásticos ligados a la abstracción: tendencia
estética desconocida en la práctica artística del
país hasta ese momento.
La escultura de Zeledón en esta época presenta una
figuración sintética regida por la presencia de la
figura femenina como motivo de las obras. La Nube
(1960), es buen ejemplo de la escultura
característica de ese período: formas esenciales,
plenas, abundantes, curvilíneas, reposadas.
Durante la década de los setenta el trabajo de
Néstor se inclina hacia una síntesis más rigurosa,
con una abstracción más claramente definida y de un
carácter orgánico.
Años después, tras una serie de experiencias vitales
y reflexiones estéticas, Zeledón abandona la
abstracción, convencido de que la legitima raíz de
la creación artística debe surgir del pueblo: del
conocimiento del mun de los hombres y mujeres
sencillos que forjan un país con sustrabajo
silencioso. A partir de este momento, la escultura
de Zeledón experimenta un giro radical: el escultor
deja atrás la abstracción y traduce su motivo
principal del campesino y su vida en un les lenguaje
figurativo con acentos expresionistas algunas veces
y naturalistas en otras oportunidades.
El hombre de la tierra, su lucha por la vida, sus
desencantos y sus alegrías, sus creencias, sus
esperanzas y sus sinsabores, sus caídas y también su
gloria, serán los motivos que la escultura de Néstor
nos ofrece en este momento, protagonizada por el
agricultor meseteño y el curtido habitante de las
costas.
El Domingueño (1988), ejemplifica el respeto y la
admiración que el escultor siente por el anciano del
campo, pictórico de sabiduría de la que otorga el
tiempo. Este hombre reposado nos cuenta sus
historias, nos narra su experiencia del campo y su
visión de mundo: inclinado hacia nosotros,
inquisitivo y confiado, con el ceño marcado por los
años y sus manos surcadas por la huella del trabajo
duro.
El interés social de Zeledón encuentra cauce en
trabajos como Precaristas (1984) y Talamanca (1986),
obras que adquieren un tono emotivo intenso que
refleja el pensamiento del autor frente a una
problemática nacional.
Retablo de Navidad, cedro de 1984, nos muestra otra
arista de la escultura de Zeledón: sencillo, dulce y
tranquilo alude a la esperanza que unida al
nacimiento de la promesa de una vida mejor alienta a
todos los habitantes de la tierra. En este relieve,
Zeledón adapta el tema religioso cristiano para
darle una dimensión humana de mansedumbre y como una
dádiva a estos hombres traer lo sagrado a la tierra,
asentándolo en lo cotidiano.
El amor a la tierra y sus frutos, así como el
milagro de los frutos del amor es el hilo conductor
que une a obras como La Tierra, guanacaste de 1988 y
Angelita Embarazada (1983), esculturas del silencio
recogido de la espera que aguarda quieta la
aparición del milagro de la vida.
El acento naturalista que distingue a las obras
discutidas contrasta con la orientación
expresionista que domina las esculturas de la serie
denominada Sueños(1989-1992). En estas esculturas el
artista desarrolla las formas, las alarga y
retuerce, las altera y formula para expresar con
este principio deformador los contenidos de sus
ideas artísticas. A lo largo de los Sueños,
encontramos la espera y la tensión la duda y la
ansiedad la resignación y el dolor el sometimiento y
la esperanza agazapadas en cuerpos que se crispan y
se agitan, que se abren y se vuelcan sobre sí mismos
en un devenir sin fin.
Esculturas como El Encuentro (1991) y Sueño VII (El
Abrazo) del mismo año muestran una preferencia por
el retorno a la síntesis, a la idea de lo
esencial--- las formas se condensan y simplifican:
buscan refugio en la geometría-•••• -finalmente
esculturas como Eclipse plantean de nuevo la vota de
la abstracción, filón que estuvo presente en la obra
del artista años atrás.
La belleza del material, su tratamiento, la
vehemencia de las convicciones, la intensidad de la
emoción, la admiración por el pueblo, el diálogo
entre el interés social y la dimensión individual,
entre lo particular y lo universal, otorgan un sello
peculiar a la escultura de Néstor Zeledón y le
aseguran un puesto en la historia de la escultura
costarricense.
Efraim Hernández V. San José Abril 1993.
Presentación al
Catálogo de Exposición
Escultura, Museo
Arte, Taiwán
ISBN 957-00-2713-4 |