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 Hernán Pérez Pérez  

 

   
         
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Nací el 7 de noviembre de 1951 en Puntarenas, principal puerto de la costa pacífica costarricense, una lengüeta arenosa rodeada por el hermoso mar del Golfo de Nicoya, la riqueza de imágenes y fenómenos visuales del entorno marítimo en que crecí, provocó en mí un deseo de plasmarlo; de niño garabateaba sobre papeles los barquitos de pesca, las olas reventando contra los acantilados, la playa, las conchas, los peces, los delfines, las gaviotas...No se donde estén esas obras infantiles del estero y los manglares, perdidas para siempre, pero no hubo día que no rayara algo con mis lápices de color, único medio del que disponía entonces.

   

En Puntarenas no había tienda de artículos de arte, para pintar había que ingeniárselas, los residuos de pintura para casa eran verdaderos tesoros para mí, mezclaba pigmentos de albañilería, que en Costa Rica llamamos ocres, con goma arábiga y de este modo preparaba mis propias “témperas”, también investigué maneras de preparar pigmentos por mi mismo: moliendo carbones, raspando tizas, pulverizando conchas y piedras, o pedazos de teja y ladrillo, extrayendo el jugo azul de una enredadera, tiñendo papeles con tinta de mangle, recolectando el hollín de las canfineras...

 

Aprendí el color tratando de captar los tonos y matices de barquitos pesqueros o grandes navíos, y empecé a buscar refinamiento técnico, exquisitez y pulimento, en mi trabajo.
Mi padre era joyero, contemplaba sus obras con montadura de piedras preciosas: lapislázuli, turquesa, ónix, ámbar y otras, también me gustaba visitar una pequeña fábrica de objetos de carey, y observar como de aquellas placas de caparazón de tortuga, se fabricaba objetos muy pulimentados y de bello jaspe, que me agradaba mirar a contra luz,
creo que de esas cosas viene el gusto por el refinamiento técnico, las superficies pulidas y la riqueza de detalle en mis cuadros.

 

Me embelesaba escuchar las historias de mis abuelos, uno maderero y el otro cazador, oficios que entonces no tenían ninguna connotación negativa, por el contrario se los consideraba propios de personas muy valientes, casi heroicas. Estos relatos de lo que sucedía en la espesura de la jungla, poblaron de imágenes mis fantasías infantiles.
A los dieciocho años de edad me trasladé con mi familia a San José; como tantas familias, la mía emigró a la capital en busca de un mejor nivel de vida, la impresión que causo en mi este nuevo entorno, fue determinante para mi obra; me dediqué a pintar el paisaje quebrado de los suburbios josefinos, de casitas apiñadas y escalonadas con una perspectiva de exquisitos detalles, casi cubista.

   

En esa época aún trabajaba con témperas y no fue sino cuando ingresé a la casa del artista que aprendí los rudimentos de la pintura al óleo, luego ingresé al taller del pintor austriaco Herbert Birkner, donde aprendí la técnica del esmaltado sobre cobre, el deseo de aprender me indujo a experimentar diversos medios: acrílico, acuarela, tiza pastel, temple al huevo y pintura sobre porcelana.

   

Exploré variadas temáticas y diversos conceptos, pero el fuerte arraigo telúrico y la fascinante ecología de este país, incidieron en la temática de mi obra; el entorno nos forma, nos moldea, apartarse de ese axioma es nadar contra corriente. Cuando pienso que personas de todo el mundo viajan grandes distancias para ver por un corto periodo eso que siempre tengo ante mi, me siento afortunado y agradezco a Dios por ello.
Actualmente Costa Rica se avoca al conservacionismo, la belleza de sus paisajes la convierten en un verdadero paraíso para los amantes de la naturaleza, tengo la fortuna de que la jungla, que visito con cámara y libreta de apuntes, no con hacha y escopeta como mis abuelos, se ubique a menos de una hora de camino de mi casa. Hoy, árboles, bromelias, flores, lianas, aves, cascadas, ranas, mariposas, en fin, un mundo maravilloso y paradisíaco surge en mis lienzos, en un acto mágico y poético, mediante el
cual trato de restaurar lo que mis abuelos destruyeron, de alguna forma reinvento el paraíso prometido.


Hernán Pérez
San José, agosto de 2002
Hernán Pérez, la preeminencia de la técnica.
Por esas cosas del destino he tenido el privilegio de observar la producción pictórica de Hernán Pérez de los últimos tiempos, y digo privilegio con toda intención, porque con la obra de Hernán sucede lo mismo que con la obra de muchos otros artistas costarricenses,
que en su gran mayoría sale de nuestro país, o es adquirida por coleccionistas privados, sin haber sido expuesta al “gran público”, lo cual es una pena, porque Hernán como pintor atraviesa un momento de plenitud creativa y madurez técnica notable.
Quien se asome a su proceso creativo, percibirá un discurrir sereno, una congruencia entre lo que se propone y lo que consigue en su pintura. Algo que caracteriza a Hernán como pintor es una cierta sensualidad técnica, es decir un deleite por profundizar en el oficio, como él mismo admite, tiene un gusto particular por la narración, que se traduce en una descripción pormenorizada de las cosas que son objeto de su pintura; no es de extrañar entonces que el estilo pictórico al que más acuda Pérez sea el realismo, aunque no es al único, su virtuosismo técnico lo induce a veces a ciertos divertimentos, como unas obras muy interesantes que pintó hace poco, casi en el estilo de Seurat.


Definir la pintura de Pérez formal o conceptualmente no es un asunto fácil, en su ya larga carrera la experimentación de medios y estilos ha sido una constante, sus obras van desde lo casi “naïf”, en sus primeras etapas, hasta el fotorrealismo, en algunos de sus trabajos actuales, pasando por etapas intermedias en las que hizo guiños a cosas tan dispares como la escuela flamenca y el pop. Ese eclecticismo estilístico y el continuo estudio dotaron a Pérez de una refinada técnica, que le permite alcanzar sus objetivos artísticoformales sin mayor complicación.


Pérez maneja una visión global del arte; como dicen algunos divisa el gran panorama, particularmente el de la pintura, al hablar con él se tiene la impresión de estar ante alguien que ya hizo la tarea, su cultura visual y referencial son notables, merced a una memoria privilegiada, esto ha hecho que su obra se nutra de las corrientes más universales del arte, apartándose de poses y dogmatismos.


Si definir la pintura de Pérez no es fácil, tampoco lo es delimitar su temática, aún así ante su trabajo se comprende fácilmente que procede de un pintor en plena madurez, algunas de sus obras lo delatan como costarricense, pero uno muy universal; su evidente calidad técnica, y la apertura de sus concepciones pictóricas, trascienden por mucho lo regional.
El virtuosismo técnico de Pérez lo lleva a veces hacia la “representación fotográfica”, alguna vez se ha utilizado el término hiperrealismo para aludir a sus obras de este tipo, personalmente pienso que el término que calza es el de fotorrealismo, dado que el hiperrealismo norteamericano que toma cuerpo como contrapeso al expresionismo abstracto y al minimalismo, es en cierto modo un refinamiento técnico extremo de algunas tendencias del pop art, pero que no se desliga de lo que comúnmente se asocia con este; la cultura de consumo, lo artificial, lo industrial, cosas que evidentemente no están en el ánimo de lo que pinta Pérez.


Sin entrar en clichés Hernán Pérez es un pintor costarricense, por lo general sus obras referencian su mundo y su espacio vital, que no es otro que Costa Rica, incluso al contrastar su faceta paisajística, con los grandes referentes de este género en Costa Rica, Teodorico Quirós y Fausto Pacheco, más allá de las obvias diferencias formales y algunas ideológicas, fácilmente se descubre los hilos que entroncan su trabajo con la tradición, la más evidente es ese impulso de salir a los caminos a cazar estampas de esa Costa Rica que se escapa, los íconos que reflejen la sencillez del “alma nacional” que se pierde… En fin
todas esas cosas implícitas en su obra por el simple hecho de ser costarricense, aunque también sucede que a veces sus temas son apenas un pretexto para pintar, para él un acto existencial que vuelve discurso.


Lejos de querer etiquetar la obra de Hernán, si tuviese que destacar algún aspecto de esta, sería la preeminencia de la técnica, de algún modo se siente que ya encontró lo que andaba buscando, por eso no sorprende que el destino de muchas de sus obras apenas se bajan del caballete, sea alguna colección extranjera.
Paul SJ

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Revisado el: 05/11/11 02:44:25 PM.

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