Ayer creí que el
mundo estaba perdido. Ayer vi que existen personas
que no tienen sentimientos, que no saben vivir en
sociedad. Una lágrima corría por mi mejilla, y con
ella se iba la esperanza de una vida mejor. Mis
sueños se opacaron, el mañana se nubló y se me hizo
muy difícil imaginarme la posibilidad de que seamos
felices. Ayer pensé que el mundo está lleno de gente
sin escrúpulos; que las personas son malas por
naturaleza, y que habemos muy pocos con quien se
puede convivir y en quienes se puede confiar.
Ciento noventa y nueve, si… ¡Ciento noventa y nueve!
Tal vez más de las personas que realmente llegue a
conocer a profundidad en toda mi vida. Esa es la
cantidad de personas que perdieron su vida Ayer.
¡Más de mil cuatrocientos! Esa la cantidad de
heridos, Ayer. Probablemente, más nombres de los que
podría nombrar si tuviera que hacer una lista de
todos los nombres que conozco. En definitiva,
hubiera podido perder a toda mi familia y todos mis
amigos, más muchos desconocidos, en un solo
instante.
Ayer perdí la esperanza, y lloré… Creí que nunca
podría volver a imaginarme un mañana mejor.
Amanecí hoy, un poco turbado por todos los eventos
del día anterior. Sabiendo que la vida continúa y
aunque no tenga muchas esperanzas, hay que seguir
viviendo. Intenté recuperar mi rutina diaria, y
emprendí las tareas cotidianas. Todavía con dolor,
seguía mirando la televisión, los reportajes, las
entrevistas a los familiares de los fallecidos. Con
el estomago aún revuelto tuve que almorzar. Un día
lluvioso, nublado, triste… como si el mundo supiera
que ayer se perdió la esperanza de un nuevo Sol.
Como si la naturaleza nos dijera que hemos llegado
al tope, que no habrá más futuro. Llegaron así las 6
de la tarde y volví a la televisión, para seguir
torturando mi alma con las imágenes de dolor y pena,
en miras de terminar de vaciar hasta la última gota
de esperanza que quedara.
A las 7 de la tarde, el Presidente Aznar había
convocado a una manifestación contra el terrorismo.
A eso de las 6, empezó a llegar la gente a la Plaza
de Colón, punto de inicio de la manifestación.
Grupos de personas empezaron a manifestarse; poco a
poco esos grupos se convirtieron en cientos. Pasaron
los minutos, y las tomas hacían parecer como si
hubiera mucha gente en las calles. Pensé; ¡claro, si
la televisión hace ver las cosas más grandes! Y
conforme se acercaban las 7 esos cientos se
convirtieron en miles. Y así inició la marcha, hacía
el sitio del desastre, Atocha.
Avanzando lentamente, podía ver en las imágenes que
más y más gente se unía a la manifestación. Tomas
aéreas mostraban que esos miles se extendían a lo
largo de las calles de la ciudad. Cientos de miles
de paraguas que coreaban ante el mundo un ¡NO AL
TERRORISMO! Mis ojos no podían creerlo… ¿Cuánta
gente había? Los comentaristas mencionaban datos de
otras ciudades en España. Quinientos mil en
Zaragoza, seiscientos mil en Sevilla, un millón
doscientos mil en Barcelona, pero los entes
oficiales se rehusaban a calcular el número en
Madrid. Ingresaban noticias de todo el mundo:
doscientos reunidos en Trafalgar Square en Londres,
cincuenta mil en Bruselas. Reportes de
aglutinamientos de personas frente a las embajadas
de España en todas partes del mundo. ¡Todo el globo
se unía a la manifestación! ¡Increíble! Acá en
Madrid, personas de todo el mundo marchando lado a
lado, en perfecto orden, coreando contra el
terrorismo; mostrando sus rostros y las palmas de
sus manos en son de lucha desarmada ante esta
terrible amenaza.
Mares de paraguas inundando las calles de la ciudad,
una imagen indescriptible. Cifras oficiales: dos
millones trescientas mil almas en una sola ciudad
gritando por la paz. Esas personas cantando y
avanzando hacia el lugar del terrible suceso con la
frente en alto. Miradas determinadas y pacíficas,
llenas de esperanza.
Hoy, dos millones trescientas mil personas me han
devuelto la esperanza. Hoy, esas almas que contra
frío y lluvia decidieron manifestarse, me han
demostrado que somos más, los buenos de corazón; que
se puede cambiar el mundo, y no hacen falta bombas
ni misiles para lograrlo. No necesitamos ejércitos
armados, ni tanques… Solo necesitamos una causa
común, un líder que nos convoque y almas valientes
que estén dispuestas a enfrentar el frío y la lluvia
para lograr su cometido.
Más de seis millones de personas en las calles de
toda España, han gritado al mundo, con la cara al
viento y sus manos en alto: ¡ETA escucha, ASÍ ES
COMO SE LUCHA! ¡Sí, así es como se lucha! Con
ideales claros y justos, con valores arraigados en
el corazón, con las manos libres y dispuestas a
trabajar, pero sobre todo con aquello que Ayer perdí
y Hoy más de once millones de almas me devolvieron…
con Esperanza. |