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1963 Núñez, Francisco
María. La clara voz de Joaquín García Monge En:
“Diario de Costa Rica”, 30 de setiembre de 1963, p.
2-A
LA CLARA VOZ DE JOAQUÍN GARCÍA MONGE
FRANCISCO MARÍA NÚÑEZ
En recuerdo y gloria del maestro García Monge,
ilustre desamparadeño, se ha publicado el libro
titulado La clara voz de Joaquín García Monge,
primero de la Editorial Don Quijote que él proyectó
que ahora aparece con el carácter de reconocimiento
de su obra meritoria, de elogio póstumo.
El hombre propone y Dios dispone. No aspiraba García
Monge que le llegara el turno de la partida sin
regreso, aunque tampoco le preocupó la muerte. Vivía
en paz con su conciencia.
Hombre sin odios y sin rencores, alcanzó la madurez
con la única preocupación de su pobreza, que le
imposibilitaba realizar sus planes editoriales, en
forma más amplia. La pobreza solo le afligía porque
limitaba sus medios para ayudar a sus deudos, que lo
necesitaban.
Ni siquiera le interesó cimentar su nombre como
escritor.
Sus tres primeras novelinas apenas si fueron un
ensayo de juventud y después solo logró editar un
tomito de cuentos suyos.
Con la ilustración que alcanzó, leyendo durante más
de cincuenta años, horas y horas, del día y de la
noche, la experiencia en la novelación y el dominio
del idioma, “en cuyo estudio se especializó”, pudo
realizar obras de más aliento, pero prefirió
convertirse en simple editor. Divulgar la producción
ajena. Dar la mano y el espaldarazo a los que se
iniciaban.
Aquí localizamos el verdadero valor de García Monge:
en su capacidad moral que le permitió renunciar a la
propia gloria de escritor para levantar a otros.
Y no anduvo desorientado, si en el país natal
mereció la burla, en la frase de censuras, “tijeras
y goma”, en el exterior, particularmente en nuestro
mundo de habla española, seguramente nadie ganó más
renombre y mayor reconocimiento. Fue el maestro por
antonomasia.
Ayudó a quien llegaba hasta él en busca de consejos
y aliento: hizo de su modesto cuarto de estudio, un
taller donde formaba su propio periódico a base de
recortes, tijeras y goma, cuando no de
colaboraciones inéditas, para aliviar trabajo al
formador tipográfico y mantener la fisonomía de su
publicación.
Luis Ferrero-Acosta, uno de los jóvenes más
interesados y que mejor conoció las interioridades
de García Monge, tanto como su tarea benedictina, ha
recogido en Clara voz , una biografía síquica y
sicológica, llena de detalles y apreciaciones
interesantes, que definen la personalidad del
maestro, al clásico pensador y estudioso, en plan de
la conquista de la superación.
Efectivamente, García Monge fue un pensador. Leía
mucho: rumiaba sus ideas y las leídas, formando
juicio de todos los asuntos que se iban presentando
en el curso de la vida.
Dentro de la aldea y fuera de ella. Ni el dinero, ni
la gloria le preocuparon. Le satisfacía más su
soledad, su butaca, desde la cual tomaba el pulso al
país y al mundo, y donde tenía su consultorio y su
púlpito. Allí se hombreaba con los grandes de
América: Sarmiento, Martí, Hostos. Fue un comentador
acertado y sincero.
Su reducido cuarto le servía de biblioteca de
estudio y de aula. Hasta él llegaban los que tenían
una consulta que hacer o una idea que comentar.
Nacionales y extranjeros. Ejerció cierto dominio
sobre las almas, basado en su ideal de que toda
empresa debe dirigirse en beneficio del bien
público.
Nos parece acertada y justa la posición de Luis
Ferrero, que se aprecia en esa exaltación al
maestro, no solamente con sentido de agradecimiento,
sincero, sino también con juicio analítico y
crítico.
Sí, García Monge fue un gran civilizador y un varón
desprendido. Un pensador. Hubo decoro dentro de su
renunciamiento a la propia gloria y por eso no se
sepultó su memoria con su propio cuerpo físico. El
espíritu sigue alentando en su obra, de proyecciones
insospechadas, de gran universalidad.
En: “Diario de Costa Rica”,
30 de setiembre de 1963, p. 2-A
1963 Ortega Castro, Gustavo Adolfo. Meridiano
cultural: La clara voz de Joaquín García Monge. En:
Revista “Orbe”, año 36, no. 146, p. 21. agosto de
1963
MERIDIANO CULTURAL LA CLARA VOZ DE JOAQUÍN GARCÍA
MONGE
GUSTAVO ADOLFO ORTEGA CASTRO
La Editorial Don Quijote acaba de publicar esta obra
de Luis Ferrero-Acosta que, junto con sus valores
literarios, aúna el simbolismo de una sonata.
Tiene mucho de música de cámara, para ser escuchada
y recordada con deleite.
Hay exposición del tema, desarrollo, movimientos
lentos y rápidos y, sobre todo, resuma la idea de
una sonata para instrumento solista. En este caso,
García Monge, a quien nos imaginamos correspondiente
al grave y noble cello.
Este ensayo de Luis Ferrero-Acosta mereció Medalla
de Oro en los Juegos Florales de 1963, auspiciados
por la Asociación de Autores de Obras Científicas,
Literarias y Artísticas y por la Editorial Costa
Rica. Es un ensayo amplio y noble, en sus
intenciones y realizaciones. Viene a constituir el
primer intento sistemático de lo que pensó don
Joaquín, el benemérito americano y tiene una profusa
documentación que denota un conocimiento íntimo del
tema.
La clara voz de Joaquín García Monge, por Luis
Ferrero-Acosta, contiene cinco capítulos:
1) Americanidad, el pasado, el presente y el destino
de América,
2) Política, una concepción quizás muy martiana,
pero de firme y seguro derrotero por el mejoramiento
integral del ser humano.
3) Educación, centrada en la augusta misión de
despertar conciencias y educar al ser humano, para
la vida verdadera, llena de belleza y bondad,
4) Projimidad, un intento de hacer el hombre más
gregario de lo que la naturaleza lo hizo: y,
4) Artes, resumen de un ligamen ético-estético en el
que la belleza posee la magia de hermosear y mejorar
a los seres humanos.
Con las páginas finales se señalan las
características de García Monge pensador.
La clara voz de Joaquín García Monge es un libro
para el estudiante, el educador, el costarricense y
el americano.
Revista ORBE está segura que esta obra, por su
estilo fácil y ameno, por su ajustada articulación,
reúne todos los elementos de estudios y consulta que
pueda apetecer el americanista. Su abundante y
seleccionada información hacen de esta obra un libro
que no debe faltar en ninguna biblioteca.
Hay que destacar el gran acierto de la Editorial Don
Quijote de ilustrar esta obra con numerosos retratos
de García Monge, tal como lo vio el artista Juan
Manuel Sánchez, y las páginas facsímiles de la
parábola “El matapalo en el baúl”, de puño y letra
de García Monge.
En: Revista “Orbe”, año 36, no. 146, p. 21.
agosto de 1963.
1963 Cañas, E. Alberto F. Chisporroteos: La clara
voz de Joaquín García Monge. En: “La República”,
domingo 17 de noviembre de 1963, p. 12.
LA CLARA VOZ DE JOAQUÍN GARCÍA MONGE
ALBERTO F. CAÑAS E.
En los Juegos Florales organizados a comienzos de
este año por la Asociación de Autores y la Editorial
Costa Rica, obtuvo el premio el ensayo La clara voz
de Joaquín García Monge, de Luis Ferrero-Acosta,
obra publicada, no por la Editorial Costa Rica, sino
bajo el rubro de la Editorial Don Quijote, que el
autor organizó precisamente con el eminente hombre
de letras a quien ahora honra.
Dentro de la copiosa producción que la vida y obra
de García Monge ha inspirado (periodística en su
mayor parte) el trabajo de Ferrero Acosta es un
intento serio por organizar e interpretar –con base
en escritos del maestro– lo que podríamos llamar su
ideología, su pensamiento.
Se desprende de la lectura de este libro, que la
posición ideológica de don Joaquín –que ha sido
objeto de tanta discusión sobre todo verbal– no
varió fundamentalmente desde su juventud hasta su
muerte. Y que nunca abandonó su posición inicial,
con mucho de tolstoiana y mucho de una especie de
cristianismo primitivo.
Alguna vez él se señala como socialista. Pero su
socialismo no era ese pensamiento simple que los
anti-socialistas de la última camada pretenden
captar como si fuera un lepidóptero, con la punta de
un alfiler. Era una vaga aspiración humanitaria,
basada en concepciones de fraternidad universal, y
no contaminada por concepciones de índole económica.
Insistimos en que la influencia más notable sobre
García Monge fue la de Tolstoi. Y con mucho del
bíblico “deja a tus padres, deja tus riquezas y
sígueme”, elaboró su actitud ante el mundo.
Una posición así, con tanto elemento religioso
implícito, no es fácil de comprender. Sobre todo
cuando los hombres se empeñan en reducirla, o en
adaptarle a momentos políticos o a problemas
momentáneos. Límpida y transparente, puede ser
expresada, como él tiene habilidad, por cualquier
prójimo malintencionado.
García Monge tenía la límpida y pura ingenuidad de
un santo. Y cultivó sin descanso esa actitud. Sin
descanso y sin quiebres.
Maestro de profesión, solo a la pedagogía tradujo su
pensamiento de manera sistemática. Y muy pronto
comprendió que es verdadera tarea la de enseñar, la
de divulgar, la de dar a conocer, la de fomentar.
Pronto el escritor cedió progresivamente su paso al
antólogo.
El libro de Luis Ferrero-Acosta parecer estar basado
en una comprensión plena de esas cosas.
Comprende el autor que su trabajo no puede ser
definitivo. La obra escrita de García Monge no está
todavía totalmente recogida. Las conclusiones a que
este ensayo llega, las tiene el autor como
provisionales.
Sin embargo, estamos seguros de que cuando todo el
pensamiento de García Monge quede definitivamente
recopilado, muy poco poquísimo habrá que rectificar
de esas conclusiones. Tenemos para nosotros que, con
base en elementos de juicio no completa,
Ferrero-Acosta ha podido llegar a corolarios
prácticamente definitivos.
En: “La República”,
domingo 17 de noviembre
de 1963, p. 12.
1963 Acta del otorgamiento de los Premios
Nacionales, La escultura en Costa Rica. 1963
LA ESCULTURA EN COSTA RICA
En el acta del otorgamiento de los premios
Nacionales, el jurado integrado por Carlos Luis
Sáenz, Fabián Dobles, Víctor Julio Peralta, César
Valverde y Laureano Albán, decidió otorgar el Premio
al libro La escultura en Costa Rica.
“Se destaca un libro sobre el que no cabe la menor
controversia valioso como trabajo de investigación;
claro por su método, excepcional en cuanto aporta
gráficamente muchas obras escultóricas hasta ahora
desconocidas o menospreciadas, y como estudio que
revela en toda su amplitud un género de arte
bastante poco conocido por los costarricenses, y que
despliega ante los ojos a nuestro país en dimensión
donde es tan señero y creativo, resulta texto de
suma necesidad para la enseñanza y la cultura
general”.
1972 La Nación” Ensayistas costarricenses. EN: “La
Nación”, 21 de mayo de 1972, p.16.
ENSAYISTAS COSTARRICENSES
Es realmente halagadora la acogida que ha tenido
entre el gran público lector la edición popular del
libro Ensayistas Costarricenses, de Luis Ferrero, la
cual constituye ya un éxito editorial que cumple una
función inapreciable en la historia de nuestra
cultura
Es un volumen manual de 436 páginas y portada
atractiva, de texto fácilmente legible, con fotos y
síntesis biográficas y críticas de Roberto Brenes
Mesén, Joaquín García Monge, Omar Dengo, Rómulo
Tovar, Rafael Cardona, Mario Sancho, Moisés Vincenzi,
León Pacheco, Carlos Monge Alfaro, Rodrigo Facio,
Abelardo Bonilla, Mario Alberto Jiménez, Isaac
Felipe Azofeifa, Guillermo Malavassi Vargas y José
L. Vega Carballo.
Su autor, Luis Ferrero, corazón-mente del ensayo
costarricense como lo llama la intelectual
nicaragüense Helia María Robles, ha logrado llenar
un sensible vacío en la bibliografía nacional, con
esta valiosa obra que incluye ensayos relativos a la
explicación de nuestra realidad nacional, el pueblo,
el hombre, la política el destino de nuestro país.
Por eso no es de extrañar que la cátedra de
Castellano de la Facultad de Ciencias y Letras, de
nuestra Universidad, la haya declarado libro de
texto.
El libro se inicia con una explicación muy clara y
precisa de lo que es un ensayo. Después de leer este
deslinde de conceptos literarios ya no cabe duda y
nadie puede confundir un ensayo con un artículo, una
monografía o un tratado
Luego continúa con un estudio prologal en el que se
analiza el origen y los temas fundamentales del
ensayo costarricense. A juicio del autor, esta es la
modalidad literaria más característica y auténtica
adecuada a la mentalidad del costarricense.
Prosigue con una valiosa antología, cuyo propósito
fundamental es ofrecer a la juventud estudiosa los
temas palpitantes del ensayo costarricense, tratados
sabiamente por los ensayistas antes nombrados,
grandes hombre que deseaban formar una hombre nuevo
y una patria civilizadora que salva a personalidad
humana; una nueva patria en la cual se vive de
acuerdo “con las imperecederas normas de la
justicia, la libertad, la belleza y la verdad”, como
exhorta García Monge. Hombre que aportan grandes
enseñanzas en pro de la cultura y la educación del
costarricense al exponer su americanidad y
costarriqueñidad.
Espigando en el ensayo costarricense –dice Luis
Ferrero– y sistematizándolo, se podría obtener un
ideario estructurador. Daría los ideales que han
regido y rigen al costarricense en su perenne lucha
cotidiana por plasmarse como ser humano, integrado a
una comunidad, a u país, a un continente y a las
corrientes universales.
El estudio de presentación es reposado y serio.
Trata de analizar el pensamiento filosófico de
nuestros mejores pensadores para llegar a sintetizar
sus inquietudes y su importancia en el
desenvolvimiento social e institucional de nuestra
Patria.
Cada lector curioso puede formar su selección de
acuerdo con sus simpatías y sus diferencias en los
ensayos de este florilegio hay riqueza, hay
variedad. Son una cantera inexplorada en gran parte.
Ensayistas costarricenses es el libro que debe
llegar a manos de todos los costarricenses pues
contribuye enormemente a que conozcamos y apreciemos
a nuestros grandes escritores.
EN: “La Nación”,
21 de mayo de 1972, p.16.
1973 “La Nación”. La escultura en Costa Rica. En:
“La Nación”, Domingo 28 de octubre de 1973.
LA ESCULTURA EN COSTA RICA
El lunes de la semana que terminó ayer, la Editorial
Costa Rica hizo entrega a sus autores de los últimos
seis libros que ha editado. Entre ellos, a Luis
Ferrero-Acosta, escritor y ensayista costarricense.
El libro del que es autor Ferrero se llama La
escultura en Costa Rica. Es una obra completamente
distinta a las que antes había concebido el autor.
Luis incursiona en los campos del ensayo, de la
historia, literatura, del folclore, y aun en el
mismo arte pero esta obra marca nuevos rumbos dentro
de su producción: aquí se preocupa más por los
problemas estéticos más que los biográficos.
Es libro es una edición masiva. Por primera vez la
Editorial Costa Rica edita una obra en un tiraje de
10 000 ejemplares. Está profusamente ilustrada con
la idea de que la fotografía complemente y aclare el
texto.
La escultura en Costa Rica, de Luis Ferrero, en
términos generales, no se refiere concretamente a
los escultores como personas. Lo que más le interesó
fue hacer un panorama de las tendencias
fundamentales de la escultura costarricense y, para
ello, escogió a los escultores más característicos
de cada una de las tendencias.
Lógicamente –dice Luis– tuve que partir de la
explicación de lo que es la escultura. Una vez
aclarado el concepto entré a un panorama histórico
del porqué en el siglo 19 Costa Rica no tuvo
artistas, debido a que el costarricense estaba
forjando la nacionalidad y no tenía tiempo para
sentarse a apreciar obras artísticas. Pero, también,
de cómo los ricos cafetaleros que iba a Europa allá
conocieron la pintura y la escultura y se
preocuparon porque en Costa Rica se abriera una
escuela de Bellas Artes. A partir de esta época ya
se puede decir que hay esculturas en Costa Rica, no
de Costa Rica.
¿CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE LOS PRECURSORES Y LOS
ACTUALES?
“De los precursores podemos decir que se limitaron a
esculpir según los cánones de la imaginería
tradicional y salvo, Fadrique Gutiérrez que se
preocupó por hacer un poco de obra profana, los
antiguos se concretaron a lo artesanal. En cambio,
los nuevos tienen una preocupación fundamental de
crear obras de arte que causen en el espectador un
placer estético. Esto hace por otro lado, que los
escultores sean diferentes entre sí”.
En: “La Nación”,
Domingo 28 de octubre de 1973.
1973 Pardo, Aristóbulo. Ensayistas costarricenses.
En: “Thesavarvs”. Boletín del Instituto Caro y
Cuervo. Tomo XXVIII No 3. Setiembre-Diciembre 1973.
ENSAYISTAS COSTARRICENSES
ARISTÓBULO PARDO
Luis Ferrero-Acosta. Ensayistas costarricenses.
Selección, prólogo, notas y bibliografía por... San
José, Costa Rica, Antonio Lehmann, Librería,
Imprenta, 1971, 358 págs.
En el canto izquierdo, abajo, página ante-portada,
con recato y con orgullo, una leyenda breve:
“Edición homenaje a la / cultura costarricense /
LXXV aniversario / Librería Lehmann / (1896-1971)”
Orgullo bien fundado. En tres cuartos de siglo, la
Casa Lehmann ha visto cómo toda Hispanoamérica
acrecienta y afirma su respeto por la madurez
cultural y política de Costa Rica.
La composición del volumen es de Luis
Ferrero-Acosta, de quien debo repetir la cita con
que Alfonso Reyes se hace en la Nota Editorial (pág.
8) “Afortunadamente hay hombres como Luis
Ferrero-Acosta...porque este hombre tiene respuesta
para la tarea que exige estudio serio. No se fía de
la improvisación. Labora sin tregua. Destila el
producto para que no lleve lía. Así se ha hecho
intelectual de mucha fuerza.” Y ahora, unida la
decisión de la Casa Lehmann al talento cultivado de
Ferrero, nos dan en Ensayistas costarricenses un
libro de notable señorío: por el volumen en sí, como
objeto para regalar los sentidos, e igualmente por
la calidad de los estudios preliminares y de los
ensayos elegidos para representar una modalidad de
la inteligencia costarricense.
Ferrero dedica el “Prólogo” (pág. 15-25) al examen
del ensayo literario. Es una circunstancia
afortunada porque es la única parte en que se le
puede discutir de hombre a hombre, porque cuando se
interna en los dominios de lo auténticamente
costarricense el lector que no es ahí sólo le queda
acatar la autoridad del compilador. Y no porque el
tono de Ferrero sea impositivo sino porque se trata
de una materia en que los datos están bien
fundamentados y los juicios derivan del criterio que
ha regido la selección del volumen. Los datos de la
información se hallan en el “Panorama histórico del
ensayo costarricense” (págs. 27-69), lo mismo que en
las breves vitae que preceden las selecciones de
cada autor. El criterio rector era el escogimiento
de los autores y sus producciones representativas se
ha consignado en “Esta antología” (páginas 71-92):
“cultura y educación”. “americanidad”,
costarriqueñidad”. Tres ideas vertebrales de lo que
Ferrero llama “la ideología que ha aguijoneado al
costarricense por forjar su vida y la de su nación”
(pág. 71) A renglón seguido Ferrero advierte “que la
idea del porvenir ha sido factor creador y
unificador” en la brega de formar una conciencia
nacional.
La ordenación de los ensayos es cronológica: siglos
19 y 20. Quedan comprendidos dieciocho ensayistas,
que no es mucho si se repara en que tal vez no ha
habido escritor ni poeta costarricense que no haya
contribuido al género del ensayo. Siguiendo ese
orden, resulta del mayor interés comprobar la
preocupación costarricense por la educación de la
mujer, ya por el año 1843, expresado por J. M.
Castro Madriz al iniciar la construcción de un
colegio de señoritas; o la idea de que al joven se
le debe enseñar “la forma y naturaleza del
gobierno”, como dice don Mauro Fernández, 1887, para
que el nuevo ciudadano colabore en la mejora de las
instituciones; o la posición de don Pío J. Víquez,
quien habiendo atacado la incubación de ciertos
vicios sociales en torno al mercado libre de San
José, tiene luego que atacar defendiéndose pues,
según él, no es embozando y velando los vicios
sociales como se hace patriotismo de veras, sino
denunciándolos ante la opinión para que la sociedad
pueda advertirlos y procurarse las defensas del
caso.
El perfil de Costa Rica, junto con el de América
Central, se proyecta hacia dimensiones americanas
totales en los ensayos de Joaquín García Monge y
Roberto Brenes Mesén. Vienen luego unos ensayos que
se agrupan hacia los treinta y tantos. Son los de
Mario Sancho, Moisés Vincenzi, León Pacheco. En
éstos parece haberse perdido el Norte de la brújula.
Sus ensayos sintetizan el rechazo de la civilización
norteamericana por mecanicista, y de la
hipercivilización francesa por el relajamiento en
los resortes de la moral social. Simultáneamente se
buscan horizontes y guías para tiempos nuevos:
España..., Hispanoamérica..., Centroamérica... se
insinúan como vislumbres distantes, algo inciertas,
como un quizá. Es como si, de pronto, un sistema de
valores se hubiera desmoronado y se sintiera la
necesidad angustiosa de configurarse otro nuevo.
¡Verdad como un templo! Pero puntualizo apenas
ciertas venas temáticas. Los ensayos en referencia
son mucho más que eso.
Vienen a continuación dos ensayos de la década del
60: uno de Caros Monge Alfaro y otro de Rodrigo
Facio, ambos rectores de la Universidad de Costa
Rica. Allí se apunta el rumbo para el desconcierto.
Facio señala la universidad como la forja en que la
sociedad costarricense puede y debe vaciar los
moldes para hacerse a su gusto los tiempos nuevos.
Carlos Monge iza la bandera de la sabiduría como
valor imprescindible de la libertad. En el ensayo de
Facio se adivinan repercusiones de Sarmiento. En el
de Monge se advierten ecos de Andrés Bello.
Para cerrar el despliegue, Ferrero presenta cuatro
ensayos sobre el carácter costarricense: el de
Abelardo Bonilla, Abel y Caín en el ser histórico de
la nación costarricense; de Mario Alberto Jiménez,
Los ticos y la máscara; de Luis Barahona, Tres notas
sobre el carácter costarricense –“el conformismo”,
“la tolerancia” y el “individualismo”–; y de Isaac
Felipe Azofeifa, La isla que somos. Los cuatro
ensayistas espontanean sin remilgos ciertas facetas
controvertidas y controvertibles del hombres y la
nación costarricense.
De las ideas centrales indicadas por Ferrero, tal
vez la más débilmente representada por los
ensayistas costarricenses es la Americanidad,
flaqueza que no es propiamente exclusiva de la
inteligencia costarricense.
El “Repertorio bibliográfico del ensayo
costarricense” cierra este volumen que hace honor al
pensamiento de Costa Rica, a Luis Ferrero y a la
Casa Lehmann.
OHIO STATE UNIVERSITY, ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA
En: “Thesavarvs”. Boletín del Instituto Caro y
Cuervo.
Tomo XXVIII No 3. Setiembre-Diciembre 1973.
1973 “Boletín Literario de la Editorial Costa Rica”
La escultura en Costa Rica. 1973
LA ESCULTURA EN COSTA RICA
La escultura en Costa Rica, de Luis Ferrero, es
libro, preparado especialmente para la Editorial
Costa Rica.
Es la primera obra de análisis crítico sobre los
rumbos que ha tomado la escultura en nuestro país.
Con la rigurosidad científica que lo caracteriza,
Luis Ferrero, se remonta a las tallas coloniales en
madera, para llegar hasta nuestros modernos
escultores. Una significativa muestra de este arte
desfila por las páginas de La escultura en Costa
Rica, que, además, tiene un carácter didáctico y un
estilo literario de primera línea. Esa una obra que
recupera los valores de ese arte.
En su tercera edición este libro puede considerarse
uno de los más importante de la materia y no puede
faltar en su biblioteca.
En: “Boletín Literario
de la Editorial Costa Rica”
1974 Cañas E. Alberto F. La escultura en Costa Rica.
En: “La República”, domingo 5 de mayo de 1974, p. 15
LA ESCULTURA EN COSTA RICA
LIC. ALBERTO F. CAÑAS E.
Fragmento del discurso pronunciado por el ministro
de Cultura, Juventud y Deportes, en la entrega de
los Premios Nacionales de 1973
Otro libro importante que ha obtenido el Premio
Aquileo J. Echeverría es La escultura en Costa Rica.
Su autor, Luis Ferrero, es un investigador
incansable y un trabajador de la cultura cuya
dedicación raya en lo inverosímil. Muchas obras
útiles le debemos, y entre las más importantes
figura ésta, prima de una serie de monografías que
la Editorial Costa Rica ha encargado sobre distintas
ramas de la actividad artística en Costa Rica.
Esperamos que las sucesivas intenten la misma
calidad que ésta.
En: “La República”,
domingo 5 de mayo de 1974, p. 15.
1974 Librería, Imprenta y Litografía Lehmann
Grabados en madera de F. Zúñiga
GRABADOS EN MADERA
DE F. ZÚÑIGA
La Librería, Imprenta y Litografía Lehmann S.A.
inicia la publicación de una serie de monografías.
Estas recogerán las principales manifestaciones
artísticas de Costa Rica. Ha sido encargado de
plasmar tan ambiciosa idea el escritor Luis Ferrero,
de quien, en otra oportunidad, esta misma Editorial
publicó Ensayistas costarricense, obra didáctica de
indudable valor.
Los maestros, profesores y estudiantes, hallarán en
dichos fascículos amplia y rica información para
interpretar y desarrollar los contenidos del Plan
Nacional de Desarrollo Educativo.
Para iniciar esta obra, Lis Ferrero escogió el tema
Grabados en madera de Francisco Zúñiga. En él,
ilustra con propiedad, sobre técnicas, valores
estéticos y cuestiones históricas del grabado
europeo y sus repercusiones en la xilografía
costarricense.
El artista Francisco Zúñiga nació en San José de
Costa Rica, el 27 de diciembre de 1912. Ya de
ad1olescente, se dio a conocer como pintor y
escultor. En esos años, juveniles empezó a
descentrar lo humano, sus orígenes, la tierra y la
sangre del pueblo, de la cual todo arte creadores
nutre primero para ser un lenguaje vital. Parte de
la obra que realizó al calor de las exposiciones del
“Diario de Costa Rica”, a inicio de la década de los
treinta, son sus once estampas xilográficas que en
que partió para México Ferrero estudia en el
presente cuaderno. Después de 1936, Zúñiga se ha
dedicado primordialmente a la escultura. En este
arte se le reconoce como “el iniciador de una
corriente decisiva de autoctonía” y como uno de los
más grandes escultores de América.
La Librería, Imprenta y Litografía Lehmann S. A.
anuncia a la vez sus dos próximas entregas: La
escultura precolombina y La imaginería también en
prensa. Luego vendrán otras obras: Enrique Echandi,
Emil Span, Juan Ramón Bonilla, Juan Manuel Sánchez,
los pintores primitivistas, la caricatura, la
arquitectura, etc.
Nota
A pesar de estar en proceso de diagramación La
escultura precolombina y La imaginería, no fue
posible publicarlos porque un grupo de profesores de
la Universidad de Costa Rica se opusieron que se
continuara la serie de fascículos por cuanto, según
sus argumentos, “Luis Ferrero no posee ningún título
universitario”. Y, además, los problemas en
apariencia minúsculos eran tan frecuentes que decidí
no publicar más entregas. Nota de L.F.
1974 Retana. Marco. La escultura en Costa Rica. En:
“La Nación”, 19 de febrero de 1974, p.11.
LA ESCULTURA EN COSTA RICA
MARCO RETANA
La Editorial Costa Rica camina. Cada día nos
encontramos con nuevos libros que son verdaderos
hitos en la historia editorial del país. Cuando Luis
Ferrero me enseñaba sus adelantos de investigación
de lo que sería un libro que él todavía no sabía
titular, La escultura de Costa Rica o La escultura
en Costa Rica, me atreví a decirle que aquella sería
su obra cumbre. El parto ha dado la razón. Es un
libro hermoso, ambicioso: un libro de peso. Creo
que, desde el punto de vista editorial, es la mayor
aventura de la Editorial Costa Rica. Más de
doscientas ilustraciones de otros tantos trabajos
representativos de la escultura costarricense, con
algunos ejemplos de la escultura universal. Ejemplos
que van, desde la iconografía elemental hasta las
monumentales tallas directas de Paco Zúñiga en
México; desde la imaginería anónima, hasta las
búsquedas contemporáneas de Miguel Ángel Brenes,
Carlomagno Venegas y Crisanto Badilla, los tres,
esperanzas de una escultura más pujante.
La escultura en Costa Rica es una obra eminentemente
didáctica: clara, sencilla en el lenguaje, y en su
elegante presentación. Con la claridad de las cosas
que Ferrero sabe escribir. Con algunas libertades
lingüísticas que Luis sabe darse. Pero, sobre todo,
con una gran belleza.
Dividida en seis capítulos de historia –visión de
nuestros escultores: los precursores, los
académicos, las búsquedas, las promesas– la obra
tiene para el lector el encuentro con un mundo –para
la gran mayoría desconocido– salpicado muchas veces
de anécdotas interesantísimas (por lo mismo, más
humanas): mundo de lucha, de rompimientos, de
hallazgos y fracasos: mundo del arte. La sencillez
campechana de Juan Rafael Chacón; el silencio
indígena de Juan Manuel; la audacia de Néstor hijo;
la ingenuidad y belleza de Néstor padre; la valentía
y el genio de Paco Zúñiga; la rebeldía de Max. Mundo
maravilloso en que el hombre-polvo, busca
transformarse en hombre-cosmos para arrancar al
infinito un instante de luz. El hombre frente a la
piedra, frente al misterio; el hombre frente a Dios.
Dios él, armado de cincel o gubia, buscando las
entrañas divinas.
Como no pierde su valor didáctico y esto le da más
importancia aún tiene, para nosotros los profanos,
una introducción que nos explica qué es la escultura
en bulto o en relieve, qué es un altorrelieve, qué
es un bajorrelieve; que es tallar, qué esculpir.
Hay una sección “Conclusiones” en que el autor nos
da interesantes puntos de vista, como la creación de
un Museo del Arte Costarricense y la edición de
monografías para satisfacer las necesidades de los
programas de Artes Plásticas de los colegios.
Otro aspecto está dedicado a pequeñas biografías de
los escultores citados, y hasta en la menudencia
humana de las firmas de los escultores tuvo Ferrero
cuidado.
Un interesante Glosario nos pone en contacto con los
tecnicismos lingüísticos de la escultura.
Finalmente, una abundante bibliografía cierra el
estudio de Luis Ferrero, nuestro excelente
investigador y escritor que ha producido, a pedido
de la Editorial Costa Rica, la obra más obligada
para todos los que tengamos interés en saber cuál ha
sido el desarrollo de la escultura en Costa Rica.
En: “La Nación”,
19 de febrero de 1974, p.11.
1974 Cañas E. Alberto F. Chisporroteos: Arte
Costarricense: Grabados en madera de F. Zúñiga. En:
“La República”, domingo 5 de mayo de 1974, p. 14.
ARTE COSTARRICENSE: GRABADOS EN MADERA DE F. ZÚÑIGA
ALBERTO F. CAÑAS ESCALANTE
El viernes último, Paco Zúñiga recibía el Premio
Magón de 1973 y Luis Ferrero uno de los Premios
Aquileo J. Echeverría por su libro La escultura en
Costa Rica.
De manera que parece propicia la fecha de hoy, para
mencionar una publicación que los une: la breve
monografía de Ferrero Arte costarricense: grabados
en madera de F. Zúñiga, publicada por Lehmann, y que
es un ensayo muy didáctico sobre el arte del
grabado, sobre sus vicisitudes en el siglo 20, sobre
su introducción en Costa Rica en la década de 1930 y
sobre la estupenda labor juvenil que hizo nuestro
Zúñiga en ese campo, antes de partir hacia México
Como es usual, la benedictina paciencia de Ferrero
desentierra y saca a relucir tesoros ocultos.
Concretamente, aquí, los sitios donde por primera
vez se publicaron los grabados de Zúñiga en Álbum de
grabados en madera que publicó la Imprenta Nacional
en 1934 y cuyo contenido antológico incluía trabajos
de Zúñiga, Manuel de la Cruz González, Salazar
Herrera, Gilbert Laporte, Amighetti, Quico Quirós y
otros. Y una revista llamada “Suplemento”, que en
los mismos días publicaba Fernando Luján. Nos
quedaremos pensando si las facilidades gráficas de
hoy día no permitirían una reimpresión facsimilar
del citado álbum.
Curiosamente, y con conocimiento de causa, Ferrero
nos lleva por aquellos días de tremenda importancia
para el desarrollo de nuestro arte, cuando la
generación benemérita de artistas que surgió a raíz
de la primera exposición (1928), y que venía
renovando o revolucionando, o quizás iniciando
nuestra historia artística, experimentó en el
terreno del grabado.
El ensayo mismo está precedido de una somera
introducción a las técnicas del grabado, con
descripción sencilla y fácil.
Una frase final de gracias, Luis Ferrero, por
habernos dedicado este breve y útil ensayo. Se las
habríamos dado privadamente por carta. Ahora se las
hacemos públicas. Que Dios se lo pague.
En: “La República”
domingo 5 de mayo de 1974, p. 14.
1975 Volio Jiménez, Fernando Costa Rica
precolombina, discurso.1975
COSTA RICA PRECOLOMBINA
LIC. FERNANDO VOLIO JIMÉNEZ
El ministro de Educación, en nombre del Gobierno y
de la Editorial Costa Rica, en la sesión solemne de
entrega del libro Costa Rica precolombina del
escritor Luis Ferrero, entre otros conceptos
altamente elogiosos, expresó lo siguiente:
Este libro es un hito de desarrollo editorial que se
sale de lo corriente. Es un libro que va a ser
sensación. Realmente es extraordinario.
Luis Ferrero es un escritor de talento en realidad
excepcional que ha llevado su especialidad, el
ensayo, a alturas que han pisado muy pocos
costarricenses.
Cuando preparó para la Editorial Costa Rica, con
esmero y criterio fuera de lo común su
extraordinaria Escultura en Costa Rica, muchos
creímos que le sería difícil superarla.
Pero hoy, afortunadamente nos demuestra todo lo
contrario, que apenas inicia su firme ascenso hacia
las más altas cumbres porque Costa Rica precolombina
que hoy tengo el honor de entregar es una obra
estupenda que nos deja estupefactos con su
impresionante manifestación de conocimientos, con su
exquisito criterio para seleccionar piezas,
grabados, dibujos, mapas, los datos y hechos
históricos, todos indispensables para dar una visión
deslumbrante de un legado cultural muy digno,
valioso y bello.
La primera y viva impresión que uno tiene al
aproximarse a esta obra es de un bien fundado
orgullo de ser costarricense y de una no menos bien
cimentada admiración por nuestros antepasados
aborígenes.
Luis, en pocas líneas, desde el principio nos indica
que el arte y la magia de la síntesis que logra
realizar, pueden resumir su increíble investigación
que desde ahora queda convertida en obra clásica.
Él manifiesta, al salir por los fueros de la
capacidad creadora y artística de los costarricenses
precolombinos, que no obstante las influencias
venidas de todas partes lograron crear objetos y
estilos locales muy definidos. Y afirma –muy ufano y
con sobrada razón–. Y aquí cito: “Cada artefacto es
una individualidad: un espíritu creador preside cada
pieza aunque absorba elementos foráneos. Esto
explica su singularidad. No fue la actividad, pues,
de los artífices nuestros el producto de una
actividad pasiva sino modificaciones de los patrones
básicos recibidos”. Esto lo deja bien claro a través
de toda la obra, los patrones básicos recibidos
fueron enriquecidos con su propia imaginación
conforme a sus propias circunstancias y necesidades
de nuestros aborígenes. Esto –lo digo– arroja
torrentes de luz para poder interpretar mejor
nuestro modo de ser, nuestro modo de pensar, nuestro
modo de sentir, en sí, nuestra cultura porque Costa
Rica ha podido formar con la madurez y la
persistencia de nuestros aborígenes su propio modo,
su propio modelo de desarrollo social y político
nutriéndose de ideas universales de todas las
latitudes pero integrándolas sabiamente a su propia
realidad. Por eso dicen que nos distinguimos en el
concierto de las naciones y esto ya es un loor
significante.
El que Luis nos permita darnos cuenta de esta
realidad ya implica que quedemos muy reconocidos con
él y para el libro significa un acierto de especial
significación. Por eso se va a vender aquí, fuera de
aquí y tendrá un clamoroso éxito. Pero no es solo
eso lo que encierra este libro extraordinario:
muchos otros conocimientos sobre nuestro pasado
precolombino surgen de su investigación.
1975 Loaiza de Chacón, Norma Luis Ferrero cambia
conceptos arqueológicos. En suplemento Áncora de “La
Nación” 1975.
LUIS FERRERO CAMBIA CONCEPTOS ARQUEOLÓGICOS
NORMA LOAIZA DE CHACÓN
Costa Rica precolombina es el libro de Luis Ferrero,
distinguido con el Premio Áncora correspondiente al
año de 1975.
Se trata de una obra seria, erudita y educativa.
Está profusa y selectivamente ilustrada, con
gráficos muy interesantes de excavaciones y trabajos
realizados básicamente por el personal del Museo
Nacional en las principales zonas arqueológicas del
país y por piezas valiosas de dicha institución y de
coleccionistas particulares.
El libro premiado obtuvo por unanimidad el voto del
jurado que consideró, que hasta la fecha, no se
había publicado en Costa Rica una obra tan completa
relativa a nuestras culturas aborígenes.
Ferrero logra con esta publicación que el lector
obtenga una idea clara y global acerca de la vida
económica, las actividades militares y religiosas,
las artes, las técnicas y el saber del indígena que
habitó nuestro país.
Brinda conocimiento acerca de las creencias y las
costumbres en general de este indio de grandeza
creadora.
Con Costa Rica precolombina, Ferrero logra que
sintamos nuestro arte precolombino a la que rendirle
respeto y admiración.
El libro resume todas las investigaciones
científicas controladas que habían realizado en
Costa Rica arqueólogos como Claude Baudez, Michael
D. Coe, Frederick Lange, Michael J. Snarskis y
Wolfgang Haberland.
Quizás lo más importantes es que con estas
investigaciones Luis Ferrero, al afiliarse a los
conceptos de la nueva arqueología centrada en los
procesos de desarrollo cultural, logra demostrar que
la antigua denominación tribal de chorotegas,
bruncas y huetares fue totalmente errónea para
referirse a procesos culturales de duración de
siglos. A esto ha de unirse la fijación que hace el
investigador de dos grandes sectores culturales:
vincula a Guanacaste con las culturas mesoamericanas
y, al resto del país, con el norte de Sudamérica.
Esto ha provocado grandes renovaciones en los planes
y programas de enseñanza primaria, media y
universitaria. De ahí que la división cultural de
los dos sectores mencionados que introdujo Costa
Rica precolombina ya empiece a ser utilizada como
concepto fundamental en las historias de Costa Rica
que se utilizan como libros de texto. Así se
comprueba en las últimas ediciones de la Historia de
Costa Rica de Carlos Monge Alfaro; en Estudios
Sociales para sétimo año de Carlos Luis Fallas y
Oscar Aguilar B.; en Costa Rica, nuestra comunidad
nacional, de Juan Cevo, Chester Zelaya, Esther
Jimeno, Claudio Segura y Florencio Magallón. Lo
mismo sucede en la adecuación museográfica de las
salas de arqueología del Museo Nacional de Costa
Rica y del Museo del Jade del Instituto Nacional de
Seguros.
Publicado originalmente en el suplemento Áncora de
La Nación. Luego, incorporado al libro de Norma
Loaiza La abundancia y el tiempo. Editorial de la
Universidad Estatal a Distancia, San José, 1982.
1975 Chase, Alfonso Costa Rica precolombina.1975
COSTA RICA PRECOLOMBINA
Luis Ferrero. Costa Rica precolombina. Arqueología,
Etnología, Tecnología, Arte. 446 p. más pp. de
láminas en colores. Biblioteca Patria No 6.
Editorial Costa Rica, 1975.
ALFONSO CHASE
Otro de los libros fundamentales para cualquier
lector culto, de la maravillosa Biblioteca Patria.
La obra más seria de Luis Ferrero-Acosta, nacido en
Orotina, uno de los autores más prolíficos de la
literatura nacional, recopilador, investigador y
animador de la cultura nacional, de formación
autodidacta, pero conocedor de lo que habla,
escribe, piensa.
Me aboco a la lectura de este libro para conocer
mejor nuestro pasado histórico. Lo mejor de este
libro es que Luis Ferrero nos recupera una serie de
informaciones que antes sólo estaban en poder de
especialistas y las pone frente al lector, en
magnífica síntesis, para informarle sobre la
prehistoria de Costa Rica o quizás mejor, esa
historia que casi no conocemos los costarricenses y
que apenas se menciona en nuestros libros de texto.
La primera parte, eso que él llama “Punto de
partida: Costa Rica, filtro biológico”, me parece
muy importante por la localización geográfica y
cultural que hace Ferrero de nuestra patria, no como
simple nacionalismo, sino más bien como punto de
arranque para cualquier intento futuro de análisis
sobre el papel de nuestra patria en el contexto de
las naciones.
Adecuada la localización total de nuestra patria en
el plano geográfico, pero sin perder por eso la
perspectiva histórica, que está muy bien definida
como método para diferenciarnos y acercarnos a otras
culturas. Desde este punto de vista esta parte se me
ocurre a más importante del libro, porque no es
sitio definido donde ocurren todas las otras
especulaciones o detalles que va precisando al
través del libro. Muy importante la convergencia que
establece sobre la agricultura: el cultivo de granos
y el cultivo de reproducción vegetativa, así como
señalar las características de puente que significa
nuestra patria en el mundo cultural y biológico del
continente. Nada nuevo u original encontramos pero
por primera vez se sintetiza la información, de
manera clara y hasta científica, para darnos una
idea más definida de Costa Rica como punto de
confluencia cultural, sobre todo cuando establece la
diferencia fundamental, entre los datos etnológicos
con los arqueológicos, idea profunda que tendrá que
ser tomada en cuenta por futuros investigadores de
nuestro pasado precolombino.
También es muy acertado el haber dividido para el
estudio de nuestras diferencias manifestaciones
culturales, en dos sectores definidos de influencia;
mesoamericana y sudamericana, lo que facilita, desde
muchos puntos de vista, el estudio de la realidad
nacional y le da pie para una serie de datos, que
estimo muy afortunados sobre actividades de
subsistencia, creencias, tipos de población, de
habitación, etc. etc. Indispensables para cualquier
comprensión de nuestros antecedentes como pueblo y
como cultura futura.
Lo que luego Ferrero llama Tecnología es interesante
pero creo que la manera de plantear el estudio no es
la más adecuada, o al menos la más conveniente para
cualquier lector profano.
Los problemas de espacio y el tiempo que tanto
preocupan al antropólogo siguen preocupando a
Ferrero ya al lector posible, porque algunas de las
afirmaciones esbozadas por Ferrero apenas pueden
comprobarse de manera científica, como él mismo lo
insinúa entre, a pesar de las descripciones que toma
de Aguilar Piedra, para darnos una idea de esa
posible tecnología.
Lo que Ferrero llama Estética y que ocupa casi 100
página de la obra es un intento, confuso, por darnos
ciertas características e ideas de los trabajos de
los indios americanos, inscritos en el contexto de
nuestra patria, con interesantes generalizaciones
aplicadas al arte precolombino mesoamericano, a
excepción de los jades que por su procedencia son de
clara procedencia olmeca, como el estudioso lo
señala muy claramente en el aparte dedicado al jade.
El estudio que hace de la cerámica me parece muy
completo y las reproducciones que Luis Ferrero ha
seleccionado me parecen una índole de la
sensibilidad y claridad con que está hecho este
estudio, que nos presenta un esclarecedor llamado
para apreciar lo que él llama tipo costarricense,
que puede ser un punto de partida para posteriores
estudios de estética precolombina costarricense.
Dentro de lo que Luis Ferrero llama Sector de
Tradición Suramericana el estudio que dedica a la
piedra –como expresión del trabajo del hombre– es
notable por la profundidad de las observaciones y el
detalle que da a la luz como elemento importantísimo
para exaltar los valores escultóricos. En el estudio
sobre la metalurgia, trabajo del oro, el autor
destaca la penetración de estilos foráneos y la idea
de que el oro reemplaza al jade como material para
ornamentos simbólicos, detalle no muy explicado por
Ferrero, que, sin embargo, se presta a importantes
investigaciones.
No me parecen muy serias lo que él llama otras
conclusiones, pág. 372, porque el problema del
mestizaje artístico de Costa Rica queda sin resolver
en el libro, con lo cual muchas de las afirmaciones
de Luis Ferrero son sólo observaciones sobre
trabajos de estilo y no aportaciones antropológicas
o arqueológicas al pasado precolombino de Costa
Rica.
La cuarta parte la titula: El arte precolombino y el
costarricense actual me parece lo más representativa
del trabajo de Ferrero-Acosta sobre todo las
afirmaciones de que Costa Rica presenta una
prehistoria sin salida, como se puede aplicar a la
historia actual, que muchos encontramos con una
salida que estamos seguros que Ferrero-Acosta no
comparte. Por sus afirmaciones finales nos parecen
poco acertadas, sobre todo sus especulaciones sobre
el arte y el correlato sicológico o el aparte: La
Hispanoamericana, una cultura estética en donde
pontifica sobre los deberes de los artistas
nacionales, y sus posibles entronques con el arte
precolombino, que como apéndice nos parece
interesante el planteamiento, pero que nada tiene
quehacer como conclusión de la obra.
El glosario, prueba su labor de investigador y es
una guía muy importante para aclarar conceptos sobre
arqueología costarricense. La bibliografía está
completísima y servirá para ayudar a futuros
investigadores y científicos en la búsqueda de
nuevas fuente de información sobre la cultura
precolombina costarricense.
Un gran esfuerzo personal de Luis Ferrero por
clarificar nuestra historia es este libro. Labor que
desde hace años viene realizando sin ayuda oficial
pero con notable empeño. Cualquier institución
superior de cultura se sentiría muy honrada de
contar con Ferrero como docente. Esto no es sólo una
sugestión, debería ser un imperativo para estimular
la labor de un auténtico y verdadero investigador.
l975 Luna Desola, David. Costa Rica precolombina.
En: “El Heraldo”,lunes 10 de noviembre de l975.
COSTA RICA PRECOLOMBINA
DAVID LUNA DESOLA
Adquirí hace pocos días un libro realmente notable.
El autor es Luis Ferrero. Lo conozco desde hace
varios meses, y su personalidad no está desmintiendo
sus obras. Hombre curioso, que ha consagrado su vida
a la investigación y la cultura, ha dado con esta
obra un ascenso espectacular que culmina en un
clásico del ensayo costarricense.
La arqueología y la etnografía centroamericana y, en
particular, las costarricenses, son ciencias
verdaderamente difíciles. Un connotado profesor de
la Universidad, me decía con aire socarrón, no sin
expresar cierta verdad, que él tenía miedo a la
clase de Arqueología de Costa Rica. Y es que el
mencionado, al investigar, ha visto lagunas
insalvables, de lo aun conocido e investigado.
Ferrero ha tenido pues, una decisión digna del mayor
de los encomios. Tuvo la visión del hombre de
talento que conoce los límites de la empresa. Armado
con una voluntad y amor que dieron sus frutos. El
libro titulado Costa Rica precolombina (Editorial
Costa Rica, 1975) es una obra editorial de casi 500
páginas, con ilustraciones magníficas
correspondientes a dibujos, fotografías en blanco y
negro y color. En el extranjero causará sensación la
aparición de lo mencionado, pues se llena un vacío
científico y al mismo tiempo se definen más los
rasgos culturales del hombre centroamericano y
costarricense.
Es una obra de síntesis que sirve al aficionado y al
especialista, por lo claro de su exposición, así
como por lo ameno de su estilo.
El libro comprende introducción: sus afinamientos a
la metodología contemporánea. Arqueología de Costa
Rica, con una síntesis de lo investigado, tratado en
magistral forma. Etnohistoria con las dos corrientes
de Mesoamérica y la Sudamericana. Es importante el
capítulo dedicado a la tecnología en que se bifurcan
las cuatro realizaciones más importantes: cerámica,
la lítica, el jade y la metalurgia. Y la parte final
trata de Estética precolombina costarricense en
forma original y sugestiva.
En la parte final del texto es un mensaje dirigido a
los artistas para que aparten su vista y corazón de
París, Nueva York y Tokio y vuelvan a lo nuestro que
es realmente maravilloso. Apunta el autor, muy
sagazmente, que los artistas precolombinos
costarricenses no imitan servilmente modelos meso o
sudamericanos, sino que creaban estilos propios que
delataban una independencia de la influencia
recibida. Lo mismo denotan una predilección más por
lo microscópico, que por lo macrocósmico, y así
vemos como esta tradición continúa al afirmar este
certeramente lo siguiente: pág. 387 “Por un lado,
nuestro precolombino al especializarse en lo pequeño
no logró plasmar cosas colosales ni en arquitectura,
ni en pintura mural ni en escultura. El
costarricense del siglo 20, también ha desarrollado
más en lo pequeño: en la prosa poética preciosista;
en el cuento más que en la novela; en el artículo
anecdótico y no en la obra erudita profunda y de
fina penetración histórica; en la página breve ya
fragmentaria y parcializante del ensayo y no en el
tratado. El tratadista es flor exótica en Costa
Rica”.
En: “El Heraldo”,
lunes 10 de noviembre de l975.
1976 “La Nación”
Costa Rica precolombina. Consideraciones del jurado
Áncora. “La Nación”,17 de febrero de 1976.
COSTA RICA PRECOLOMBINA
CONSIDERACIONES DEL JURADO ÁNCORA
El jurado que otorgó los Premios Áncora 1975 estaba
integrado por Lic. Carmen Naranjo, ministra de
Cultura, Juventud y Deportes; Lic. Guido Fernández,
director de “La Nación”, Norma Loaiza de Chacón,
directora del suplemento cultural Áncora; Prof.
Ricardo Ulloa Barrenechea y Renato Cajas. Este
fragmento del acta, en lo relativo al libro de Luis
Ferrero.
En cuanto al libro Costa Rica Precolombina, escogido
como el mejor libro del año, se le señaló el apoyo
en la defensa del patrimonio cultural costarricense
pues, tanto a través del texto como de cientos de
fotografías al día da a conocer los valores
extraordinarios de nuestras culturas indígenas; la
renovación de conceptos antropológicos que sustenta
con erudición de arqueólogos europeos y
norteamericanos, la formulación de sectores
culturales, y sus respectivas cronologías en
períodos muy bien definidos. Esto representa un
avance para la ubicación geográfica de las culturas
y su evolución a través del tiempo; y esta cualidad
del libro será decisiva en la renovación de los
planes de enseñanza de la escuela costarricense. En
síntesis, Ferrero con esta obra renueva los
conceptos y su influencia traerá cambios en la
educación, en el arte yen la ciencia antropológica.
El jurado tomó muy en consideración que Costa Rica
precolombina está integrado a la Colección
“Biblioteca Patria” de la Editorial Costa Rica y que
éste es un esfuerzo extraordinario, pues reúne en 21
tomos lo más granado de la historiografía patria.
En: Áncora, suplemento cultural
de “La Nación”,
17 de febrero de 1976.
1977 Barboza, Carlos Un libro de arte precolombino.
En: Excelsior, p. 2. Segunda sección. Miércoles 22
de junio de 1977.
UN LIBRO DE ARTE PRECOLOMBINO
CARLOS BARBOZA
Sin duda, uno de los problemas que tengo con
respecto a las publicaciones de libros en Costa Rica
es el retraso con que algunos de estos llegan a mis
manos. Por ejemplo, el libro Costa Rica precolombina
de Luis Ferrero, editado en 1975 por la Editorial
Costa Rica y número 6 de la colección Biblioteca
Patria, llegó a mis manos cuando vinieron mis
hermanos a España en setiembre de 1976: como pueden
ver, traía una retraso de un año.
El libro de Ferrero esclarece una serie de conceptos
sobre nuestras culturas indígenas, lo cual se
necesitaba para dar a gran público la verdadera y
compleja cultura del indio en tierras de Costa Rica
y dejarnos ya del conocimiento simplista a que
nuestros pedagogos nos tienen acostumbrados.
Hace años que quiero informarme sobre la historia,
la cultura tanto social como artística de los
primeros pobladores de nuestra geografía ya que
hasta el momento los libros sobre historia
precolombina en el ámbito continental tratan mas de
otras culturas del continente, aunque los pobladores
de Costa Rica juegan un papel importante y así lo
reconocen, siempre dedican más páginas a nuestros
vecinos de norte y sur de América, pues estos fueron
imperios que dominaron y asimilaron a las demás
culturas.
El libro era de una necesidad urgente para revisar y
poner al día la importancia de nuestros antepasados
en el contexto histórico americano como filtro de
las tendencias culturales y tecnológicas venidas
tanto del norte como del sur. Al igual que el
cruzamiento de tribus que se fueron estableciéndose
y con el transcurso de los años fueron aportando sus
conceptos y su forma de sentir el mundo, creándose
en Costa Rica unas formas expresivas muy
características de esa zona de América.
El libro está dividido por zonas de influencia: la
mesoamericana y la suramericana, sin descartar la
influencia del Caribe. Como introducción nos enseña
un mundo muy importante para la comprensión del
libro, el arqueológico, el cual es necesario para el
entendimiento histórico de nuestras culturas. La
arqueología ha brillado por su ausencia hasta hace
muy pocos años en las excavaciones dejando grandes
lagunas en la comprensión y en la evolución de
nuestras culturas indígenas.
Es un crimen lo que han hecho: esto de nomina o se
le llama “Vandalismo Ilustrado”, que por adquirir
las joyas artísticas y sacarlas del país han hecho
más difícil su estudio, por lo tanto quiero
referirme un poco a lo que se denomina “Vandalismo
Ilustrado”, este ha sido una de las lacras de
finales y principios del siglo 20, como ejemplo, lo
que hicieron los ingleses con el Partenón griego, y
lo que han hecho con nuestros tesoros artísticos y
arqueológicos los distintos buscadores de tumbas de
muy diversos países y que se los han llevado a los
museos de los grandes países, cuando estas joyas
artísticas pertenecen a la historia del país,
también tienen la cultura las autoridades que
irresponsablemente han dejado que se llevaran estas
piezas sin darle la importancia que tenían y es así
que nos vemos privados de poder deleitarnos con las
grandes creaciones del genio indígena costarricense,
de esto quiero hablar en otros artículos pues ya
algunas naciones del llamado Tercer Mundo están
reclamando a las grandes potencias lo que les
pertenece por ley y por historia, en algunos casos
las obras han sido devueltas.
Los dibujos arqueológicos y las reproducciones
fotográficas ilustran muy bien el texto y el
conjunto del libro se vuelve ameno y educativo, el
cual debería y no se si ya se usa de ser libro de
texto, aunque sea un resumen, en el bachillerato
como una asignatura más, igual que el francés o la
química, es decir, exigir a los estudiantes
superiores un conocimiento básico de nuestras
culturas y de las del resto de América, al igual
como se estudia la cultura egipcia, la Mesopotámica,
Grecia, Roma, etc., pues muchas veces llamamos a
América Nuevo Continente, pero creo que con este
queremos enterrar muchos años de historia, en
realidad no seremos también Viejo Continente.
Agradezco de nuevo a Ferrero, al igual que lo hice
con su libro La escultura en Costa Rica, pues ha
llenado dos grandes etapas de nuestra historia
plástica. Ahora creo que le toca escribir otro libro
que se llame Arte de Costa Rica durante la colonia,
época del mestizaje artístico. Esperamos su nuevo
libro.
En: “Excelsior”, p. 2.
Segunda sección.
Miércoles 22 de junio de 1977.
1978 “Apse Informa”. Amighetti, grabador. En “Apse
Informa”. No 5, Año II, p.13. Julio de 1978
AMIGHETTI GRABADOR
Circulará en español, inglés y alemán, el valioso
opúsculo Amighetti grabador, del joven escritor Luis
Ferrero-Acosta. Las versiones al inglés y al alemán
estuvieron a cargo de Karen Best y Josef Gabor,
respectivamente. Catedráticos destacados, ambos, de
la Universidad de Costa Rica.
Tras 20 reproducciones de grabados en madera
seleccionados entre más de 4.000 que constituyen la
creación artística en esta rama del arte cultivado
por el maestro Amighetti.
Las reproducciones vienen precedidas por el
curriculum vitae del artista y un jugoso estudio, a
manera de presentación de Luis Ferrero. Las
reproducciones han sido escogidas en tal forma que
puedan ser aprovechadas, también, para el desarrollo
de los programas de Arte Plásticas de nuestros
liceos en los Primeros y Segundos años.
A nosotros nos impresionaron las siguientes
reproducciones:
Autorretrato (1931)
Provincia (1932)
Buenos Aires (1932)
Mercado en Centroamérica (1942)
Francisco en Harlem (1947)
Entierro (1956)
Los santos (1967)
Las técnicas empleadas: madera al hilo y grabado de
pie.
APSE INFORMA se permite recomendar a sus asociados
la adquisición de este valioso trabajo. El mismo es
de gran utilidad, sobre todo para los profesores de
arte y los estudiantes de Primeros y Segundos Años.
En “Apse Informa”.
No 5, Año II, p.13. Julio de 1978
1983 Marín González, Mario Alberto Luis Ferrero, el
ensayista y su Árbol de recuerdos. En: “La
República”, viernes 2 de setiembre de 1983, p. 34.
LUIS FERRERO: EL ENSAYISTA Y SU ÁRBOL DE RECUERDOS
MARIO ALBERTO MARÍN GONZÁLEZ
Con motivo del 75 aniversario de la fundación del
cantón de Orotina, provincia de Alajuela, la
Editorial Universidad Estatal a Distancia (EUNED),
acaba de tirar la segunda edición del libro
autobiográfico Árbol de recuerdos, de nuestro
eminente Luis Ferrero-Acosta.
Don Luis, hijo predilecto de Orotina, es uno de los
pocos hombres nuestros que ha entregado toda su vida
a escrutar las raíces de nuestra nacionalidad para
desentrañar de ella, incólume y definitiva, una
cultura, también nuestra, que la gran mayoría de
compatriotas se da el gustazo de desconocer o
menospreciar. Asimismo, no solo menospreciamos
nuestro acervo cultural sino que ignoramos con toda
mala fe los esfuerzos titánicos de quienes,
despojados de todo interés politiquero y sectario,
abrazar una causa que, como la evangelización según
Puebla, se evita por “improductiva” o
“contraproducente”.
Luis Ferrero ha hecho de una cultura su evangelio, y
de su vida austera, casi ermitaña, un sacerdocio
según su maestro Joaquín García Monge. Este tipo de
militancia ha sido muy mal pagada en nuestro medio;
para remachar lo antedicho simplemente evoquemos
cuatro nombres: Max Jiménez, Carmen Lira, Yolanda
Oreamuno y Eunice Odio. ¿Para qué más? Y conste,
sabidos muertos, todos ellos han tenido erigido su
respectivo mausoleo en el panteón de los ticos
ilustres. Es muy fácil tranquilizar la conciencia
después de todo.
Árbol de recuerdos, cuya primera edición data de
1968, ha sido un libro –tomando textual la palabra
de su autor– casi inadvertido. El libro está
compuesto por una motivación al lector, un epílogo y
dieciocho apartados titulados. Don Luis define su
libro como un “libro de memorias” (p. 13), aunque yo
diría más bien que se trata de dieciocho cuadros o
facetas autobiográficas sobriamente escritas,
impulsadas por ese idealismo combativo que heredó el
autor de García Monge. En efecto, no se conoce aún
una teoría de las memorias que encasillo o no un
escrito como tal, pero me parece que esta modalidad
de la “autobiografía” exige más prolijidad y mayor
apego a la cronología de las vivencias narradas.
Hemos leído Memorias de Winston Churchil, Waldo
Frank, Pablo Neruda. Ilia Ehrenburg, Mario Sancho.
El libro póstumo de José Marín Cañas, Valses nobles
y sentimentales, se acerca mucho más a este formato
literario.
“Afanoso por entenderlo todo, no quedaba más que
estudiar con todas las virtudes y deficiencias del
autodidacto. Aprender sin discriminación, devorando
cuanto papel impreso cae en sus manos es el signo
del que anhela saberlo todo por su propio esfuerzo”
(p.58), nos dice Luis Ferrero en su Árbol de
recuerdos, un libro que dirige de preferencia a los
lectores jóvenes, actualmente tan escasos.
La segunda edición de esta joyita autobiográfica,
además de festejar un aniversario de esos como es el
de la fundación del cantón de Orotina, es una
ocasión propicia para reconocer y valorar la vida
ejemplar de Luis Ferrero-Acosta y para reafirmar,
una vez más, su señorío en las letras nacionales.
En: “La República”,
viernes 2 de setiembre
de 1983, p. 34.
1983 de la Cruz de Lemos, Vladimir. Zúñiga- Costa
Rica, discurso
ZÚÑIGA - COSTA RICA
LIC. VLADIMIR DE LA CRUZ DE LEMOS
Palabras del Presidente del Consejo Directivo de la
Editorial Costa Rica, en la presentación del libro
de Luis Ferrero inauguración de la exposición Zúñiga
– Costa Rica en el Museo de Arte Costarricense.
Difícil es sintetizar este momento grandioso, que
nos reúne, alrededor del Maestro Francisco Zúñiga y
particularmente de la obra costarricense suya.
Difícil sintetizar este acto porque lleva implícita
su trascendencia, su universalidad, la suma en
esencia de su obra artística.
Decir que Zúñiga es cada vez más costarricense no es
un sin sentido. Cabalmente la muestra, que tiene el
nombre Zúñiga - Costa Rica, afirma la particularidad
que antes de partir al extranjero Zúñiga ya era un
maestro de su método artístico. Sus habilidades,
talento y destrezas artísticas ya eran en él ciencia
elaborada, inteligencia y vida realizada.
Este acto produce para la Patria de Zúñiga y de
todos nosotros una triple alegría:
La primera, la posibilidad de apreciar con él mismo
una secuencia histórica de la obra artística del
Maestro, desde su formación en Costa Rica hasta su
internacionalización desde su Patria adoptiva,
México.
La segunda, la edición de lujo que ha hecho la
Editorial Costa Rica de la obra escrita por el
ensayista y escritor multifacético, Luis Ferrero,
que lleva el nombre de esta exposición: Zúñiga-Costa
Rica.
La tercera, saber que con profundo amor por lo
nuestro se ha logrado formar la colección más rica y
amplia del Maestro Zúñiga y que ella se encuentra en
nuestro país al cuidado de don Daniel Yankelewitz.
La Exposición que se abre hoy, por dos meses,
destaca ese continuo artístico ya logrado en Costa
Rica, afianzado y fortalecido en el exterior, que
denota la madurez de Zúñiga antes de su partida a
México. Por ello, la exposición cobra más realce,
porque destaca a Zúñiga sin ruptura, como un solo
fenómeno artístico susceptible de ser apercibido,
aprehendido como parte de nuestra nacionalidad y de
lo más íntimo de la esencia histórica del
costarricense.
¿Acaso, esos elementos, meramente mexicanos, de su
obra artística no se confunden con nuestras raíces
históricas, en el ser mesoamericano? Por qué ver
ruptura: Zúñiga Costarricense o Zúñiga Mexicano,
donde hay continuidad, identificación, convergencia
de nuestra realidad social, finalmente la que
expresa el artista. Por ello esta muestra tiene
enorme valor, porque destroza esa imagen equivocada
del Zúñiga no costarricense; porque produce el
conocimiento necesario para liquidar la ignorancia
de la obra costarricense y universal del Maestro,
homenajeado esta noche por la Patria.
Maestro Francisco Zúñiga, a nombre de la Editorial
Costa Rica, de sus autores y de los del país,
representados por la Asociación de Autores de Obras
Científicas, Artísticas y Literarias, en su Consejo
Directivo, permítame darle el saludo caluroso de los
más amplios sectores de la cultura de nuestro país y
manifestarle el orgullo que sentimos de haber
realizado en su nombre y con su nombre otra obra
artística: el libro de Luis Ferrero titulado
Zúñiga–Costa Rica.
La Editorial Costa Rica se siente plenamente
orgullosa con esta obra de lujo, que recoge los
trabajos y los días de Zúñiga en Costa Rica. Hay que
decirlo, con igual orgullo que como libro supera
notablemente otros en este campo y nos ubica como
empresa cultural del Estado y del pueblo
costarricense en un lugar destacado en la edición de
obras de arte ya no solo en nuestro medio sino
competitivamente en el mercado internacional.
Importantes esfuerzos se hacen en la Editorial Costa
Rica por mejorar la calidad de la producción,
ampliar el horizonte de posibilidades para dar a
conocer a nuestros autores de acuerdo con lo que nos
brindan los avances tecnológicos y por cumplir, cada
vez mejor, el papel de agente difusor de nuestra
cultura que se nos asigna.
Luis Ferrero, no necesita presentación. Nació casi
con la “Maternidad” de Zúñiga. Influido por los
grandes maestros hispanoamericanos Joaquín García
Monge y Alfonso Reyes empieza a escribir tan
tempranamente como Zúñiga se inició en sus arte. Se
le deben hoy a Luis Ferrero muchas publicaciones que
recogen estudios de Literatura general, de ensayos
históricos y de arte costarricense.
El libro que la Editorial Costa Rica entrega hoy a
su autor, Luis Ferrero: Zúñiga–Costa Rica, es un
extraordinario y cálido trabajo que se adentra en la
vida del Maestro Zúñiga, de manera particular en sus
raíces y nos lo presenta ya formado, con los
elementos grandiosos de su potencia artística.
Tiene el libro casi 250 ilustraciones, en blanco y
negro y en color básicamente toda su producción
costarricense. De allí su nombre, de allí su
importancia y trascendencia. Digamos, por efecto
comparativo, que puede resultar odioso, pero que
valora el trabajo de Ferrero, la colección
Yankelewitz y nuestro esfuerzo editorial, que
trabajos extraordinarios editados sobre el Maestro
Zúñiga apenas llegan a las 70 ilustraciones.
Ya en 1954, Ferrero, en las Salas de Arte del Museo
Nacional había sorprendido con una exposición de
fotografías, de escultura, dibujos y óleos de
Zúñiga, sobre todo por la magnitud de la obra.
Hoy, 31 años después, Ferrero nos vuelve a
sorprender con su estudio sobre el Zúñiga
costarricense, que la Editorial Costa Rica recoge
para la contemplación y conocimiento del pueblo
costarricense y de sus futuras generaciones, en este
libro que entregaré en breves instantes a Luis
Ferrero.
Todo el talento de Luis Ferrero, su disciplina de
escritor e investigador se conjugó con la paciencia,
dedicación y preocupación de Daniel Yankelewitz de
hacer de Zúñiga su espina dorsal artística y, haber
logrado, al cabo de 23 años de formar su pinacoteca,
reunir sin exagerar, la más completa obra de Zúñiga
existente en el planeta y radicada en Costa Rica.
Porque este es otro mérito del acto de esta noche,
que se le debe a Daniel Yankelewitz. Daniel no solo
ama el arte, costarricense y universal,
adquiriéndolo, sino que de manera particular lo
conserva, lo cuida y lo analiza, haciendo de él un
verdadero experto de arte, en las más diversas
corrientes artísticas y en los más distintos
maestros de diferentes épocas. Me atrevo a decir que
con el propio Zúñiga, Yankelewitz es quizá quien más
le conoce.
Una faceta más quisiera destacar de Yankelewitz. A
su posibilidad económica para adquirir obras
artísticas se ha unido una enorme pasión por el Arte
y, en su pasión por el arte adquiere predilección lo
nacional, destacando en ello Zúñiga. Con frecuencia,
y esto es lo más importante, muchas de las obras de
la colección Yankelewitz se exhiben, en préstamo
desinteresado, en los Museos de nuestro país. De
modo, en esta noche de manera explícita, Yankelewitz
tiene una presencia cultural destacada en Costa
Rica.
A nombre de la Editorial Costa Rica entrego a Luis
Ferrero el libro Zúñiga–Costa Rica y a Daniel
Yankelewitz, como propietario de la colección, que
la facilitó generosamente para la exposición y
edición del libro también procedo a entregarle otro.
Muchas gracias Maestro Francisco Zúñiga, por su
fresca presencia esta noche.
Felicidades a todos.
1985 “La Nación”. Un aporte más a la cultura: Entre
el pasado y el futuro. “La Nación”, domingo 15 de
setiembre de 1985, pág. F,
UN APORTE MÁS A LA CULTURA
ENTRE EL PASADO Y EL FUTURO
El apoyo que el Banco Central ha dado a la cultura
quedará plasmado en dos grandes obras: la Plaza de
la Cultura y el libro Entre el pasado y el futuro,
que sale hoy a la luz pública.
La institución emisora facilitó la financiación para
que Luis Ferrero en 300 páginas enriqueciera los
conocimientos sobre nuestros aborígenes, su cultura
y tradiciones.
La publicación contiene, además, 100 ilustraciones
en colores que servirán de apoyo a su explicación
histórica.
Ferrero, logra en su libro una valiosa obra acerca
los principales aspectos que ligaban a la cultura de
nuestros indígenas con las tradiciones
sudamericanas.
El autor considera que expone una situación
intermedia: “no es el ayer ni el mañana”. Es un
presente histórico. No se refiere a los amerindios
arqueológicos ni tampoco a los amerindios
transculturados por los españoles, sino que es un
inventario de datos etnográficos.
Además, complementa con informes de los
conquistadores que aunque son fidedignos considera
que son incompletos para mostrar la naturaleza de
una realidad donde los amerindios habían tenido
fugaces contactos con los españoles.
El autor incursiona fundamentalmente en los grupos
tribuales, sus vínculos lingüísticos, sistemas de
subsistencia, patrones de poblamiento, tipos de
vivienda, organización familiar y política además de
otros aspectos fundamentales para tener un panorama
completo de lo que fueron nuestros antepasados.
Incluye como documentos valiosos transcripciones,
por ejemplo, de Hernando Colón, Juan Vázquez de
Coronado, fray Agustín Ceballos y fray Manuel de
Urcullu.
Con la publicación, Ferrero contribuye a que hoy se
convierta en un día inolvidable para la cultura del
país.
“La Nación”
domingo 15 de setiembre
de 1985, pág. F,
Nota
La anterior nota fue publicada el domingo 15 de
setiembre de 1985, pág. F, de La Nación.
En realidad, el libro no salió a la luz en tal
fecha. Había sido anunciado para entregar en la
inauguración del Museo de Oro del Banco Central de
Costa Rica, tal se indica en el “Boletín
Informativo” (Editorial Costa Rica, No. 15, 2
semestre de 1985, p. 3.)
La desilusión de no ver impreso el libro, y las
dificultades que siguieron y que relato en otro
escrito, me llevaron a una visión pesimista.
Para estar en paz conmigo mismo, destruí mi libro
inédito Zúñiga y el arte precolombino cuya
publicación se anunció en “La Nación”, 28 de
diciembre de 1985, p. 3-B. Luis Ferrero.
Pregunta por Libro.
Quiero saber que ocurrió con el libro Entre el
pasado y el futuro, de Luis Ferrero, cuya
publicación por parte de la Editorial Costa Rica fue
anunciada en varias ocasiones el año pasado (“La
Nación” 15.9.85, pág. 4-E.; el 1.12.85, pág. 38 y el
18.12.85, pág. 3-B). Se llegó incluso a afirmar que
la obra estaba publicada cuando en el momento no se
halla en librerías.
Para los interesados en el conocimiento de nuestras
raíces culturales esa obra representa una gran
expectativa, sobre todo si se conocen los magníficos
antecedentes de Costa Rica precolombina, del mismo
autor. Tal como se anuncia en uno de los artículos
mencionados constituye un “Análisis etnohistórico
sobre la cultura aborigen en el momento de la
llegada de los españoles”. Fernando González Vásques.
Céd. 2-300-057. (En “La Nación” 1.3.1986, p. l6 A).
Obra de interés
La Editorial Costa Rica ha anunciado la publicación
del libro Entre el pasado y el futuro, del escritor
costarricense Luis Ferrero-Acosta.
Esta obra es de interés para aquellas personas que
quieren conocer sobre nuestras raíces culturales y
resulta importante libro de texto y consulta en los
cursos de etnohistoria.
Solicito que la editorial informe acerca de la fecha
en que saldrá a la venta. Licda. Giselle Chang
Vargas. Céd. 1-161- 39 (“La Nación”, 11.4.1986, p.
16-A) Nota del compilador
1986 Juan López M. Sociedad y arte en la Costa Rica
del siglo 19. Editorial Universidad Estatal a
Distancia, San José, CR
SOCIEDAD Y ARTE EN LA COSTA RICA DEL SIGLO 19
JUAN LÓPEZ M.
Después del “Boom” que provocaron los libros La
escultura en Costa Rica, Costa Rica precolombina y
Cinco artistas costarricenses, Luis Ferrero nos
entrega otra obra que será leída y estudiada por los
amantes del arte costarricense.
Son muchos las trabas y preguntas que esperan al
potencial historiador del arte centroamericano y
pueden empujarle al miedo. Es fácil comprender que
se la realidad se empeora por falta de
escudriñamientos.
En tal caso, a las abundantes preguntas en torno a
la especificidad de los géneros, al proceso de los
artistas que han cultivado varios con cosecha, o a
la periodización, se une la referente a la identidad
misma de lo de examinado, como primera materia
discutible, lo cual tiene que ver, pero no
únicamente, con la propia determinación de su inicio
y la de su consideración como ambiente global o
compartimentada.
Se avista, pues, en seguida lo espinoso del esfuerzo
de reflejar en un texto lo más autorizado de la
corriente de la creación artística costarricense. Al
mismo tiempo que se enlace un panorama de los
artistas, instituidos por el espíritu”, como
aspiraba Valery, y aún se omita el puro “discurso
creador”, la singularidad de las obras, como
defendieron los formalista rusos y Barthes
(admitiendo que esto sea lo verdaderamente
esperado), el pragmatismo no tiene más remedio que
atribuir carta de funcionalidad a un plan analítico
que trata razonablemente de ubicar al artista y su
obra en el contexto histórico en que se han
originado. Puede suceder entonces, tratándose del
arte que el propio contexto adquiera propósitos
deseosos o que surja el indeseable fantasma del
embrollo, tan exorcizado por Alfonso Reyes.
Se trata de un panorama del arte y sociedad en la
Costa Rica del siglo 19. Y, sobre todo, del
sentimiento que despertaba en el costarricense el
aprecio del arte. Para la mayoría, de origen muy
arraigadamente campesino, el arte era considerado
despectivamente. Para adentrarse en este mundo, tan
sugestivo, Ferrero se convierte en verdadero guía.
Poquísimos habrá mejor que este libro tan necesario.
Es un vistazo ordenado, claro, bien informado y que
pone de manifiesto continuamente las relaciones
entre sociedad y las circunstancias históricas en
que va surgiendo el arte costarricense.
La perspectiva espacio-temporal queda primeramente
señalada por el autor quien preparó esta
investigación para celebrar el Primer Centenario de
la Primera Exposición de Artes celebrada en Costa
Rica.
Y, a través del estudio se va anotando la génesis de
lo que en 1900 Brenes Mesén calificó de “conjuración
de silencio” en torno al artista costarricense
Enrique Echandi.
Hay que destacar que Enrique Echandi no era un
pintor cualquiera—señala el maestro Ferrero. Fue el
primer pintor costarricense formado en una academia
europea, concretamente en Munich, Alemania. No sólo
aprendió el arte con el pintor Franz von Stuck, sino
que amistó con algunos jóvenes artistas alemanes y
austríacos.
Luis Ferrero dedica gran atención al joven pintor
Ezequiel Jiménez Rojas, a quien sus amigos llamaban
“El Plenarista” en gracia a que él abandonó el
atelier del pintor para ir a absorber el paisaje
rural, especialmente con casas de adobes, lo con lo
cual inicia la serie de paisajes con casas de adobes
que llegará a su plenitud con los jóvenes del Grupo
de la Nueva Sensibilidad que aparecieron con las
exposiciones del “Diario de Costa Rica” (1928-1937).
Tanto en este libro como en otros ensayos dispersos,
el maestro Ferrero ha señalado que:
...aquellos tiempos de las tres últimas décadas del
siglo 19 eran tiempos contradictorios:
Por un lado, el violento despertar de un espíritu
nacionalista, en mucho inspirado por las ideas de
Ernesto Renán y de otros europeos. Sin embargo, la
lengua materna, que es el mejor vínculo de identidad
la fueron llenando de voces francesas mal traducidas
o españolizadas.
Por el otro, la doctrina filosófica del Positivismo
vinculaba al país con los adelantos tecnológicos que
hacían posible el progreso económico.
Igualmente, se pregonaba la defensa de las ideas
liberales y se suprimía la pena de muerte pero los
chinos se vendían como si estuvieran estatus libere
o sea esclavitud por cierto número de años.
Por un lado se declaraba gratuita, obligatoria y
costeada por el Estado la educación pero, en 1884,
dizque por razones económicas, se refundió escuelas
y se eliminaron colegios. Y los educadores, más
perjudicados fueron los maestros de dibujo, pero no
para crear el ambiente propicio para la creación
estética sino que dibujo era asignatura básica para
obtener el título de Maestro de obras, es decir,
quien cuida de la construcción material de un
edificio bajo el plan del arquitecto y que puede
trazar por sí edificios privados según las
condiciones prescritas vigentes.
Y, a la vez, esta contradicción fue favoreciendo
cambios en la forma de pensar del costarricense. Y
en el cuadrilátero de las ciudades principales del
Valle Central fue desapareciendo el sentido de
COMUNIDAD e iba apareciendo el concepto SOCIEDAD que
muchos interpretan como la versión moderna del viejo
conflicto entre civilización y barbarie,
invirtiendo, desde luego, las preferencias de
Sarmiento.
En efecto –principalmente en las ciudades de San
José y Alajuela, donde más o menos oculto perduraba
un fondo rural– se sentían los ramalazos de lo que
estaba ocurriendo en casi todos los países de
Hispano América en que la transformación urbana
seguía el modelo de ciudad europea pero continuaban
latiendo corazones labriegos.
Durante la Colonia la asociación entre sitio público
y vida social era muy fuerte. En mariposeo, el nuevo
modelo urbano, impulsaba la ideología del ambiente
privado. Y en los clisés de la época se sostenía la
idea de la morada burguesa, como el refugio del
individuo solitario que el Gobierno debe proteger en
su integridad física y sus propiedades. Y
aparecieron los cuerpos de policía.
La ciudad moderna es una forma económica e
ideológica creada por el capitalismo. Y con este
renovar urbano surgió en la arquitectura un
eclecticismo. Fue el período del barroco falso, del
falso renacimiento (ejemplo, el Teatro Nacional),
del gótico falso (ejemplo, la iglesia de La Merced)
y aparecían nuevos rostros arquitectónicos que
reflejaban el Primer Estilo Internacional, el
Segundo Imperio francés y el Art Nouveau.
Entonces, las clases dominantes estaban interesadas
únicamente en reproducir una estética subordinada al
prestigio cultural de las metrópolis europeas. Pues,
recordemos, el imaginario que se articulaba en esos
días fácilmente se reconocía en los más diversos
lenguajes, religioso y filosófico, político y
arquitectónico, etc. Y la arquitectura traducía
eficazmente en su lenguaje propio el prestigio con
que rodeaba el poder, utilizando la escala
monumental, los materiales “nobles” para valerse de
su carga para conseguir la dominación más que
simbólica, etcétera.
Así, en las ciudades empezaban a irse el conversar
de los vecinos de puerta a puerta. Poco a poco, se
iban el pregonero, la tertulia y el aroma del hogar.
Los decires arcaicos eran sustituidos por una habla
llena de voces francesas mal asimiladas. Entraban en
el ocaso los servidores leales de las familias
viejas, el rosario, la hora de la oración y las
serenatas. En cambio, llegaba la luz eléctrica, la
pavimentación, el tranvía, los policías uniformados,
los restoranes que reemplazaban a las fondas. La
recepción heterogénea suplantaba a la tertulia y a
la fiesta.
Pero sucedía que los ticos, como pueblo, no tenían
muy claro que un pueblo es una suma colectiva de
deseos, de intereses, de pasiones y de
inteligencias. Mas la oligarquía cafetalera liberal
era fundamentalmente el grupo que se daba a producir
un sistema de representaciones que refleja y
legitima a la vez su identidad y su orden social. A
la vez, las representaciones de la clase dominante
forman la ideología dominante, en el sentido de que
ésta es transportada e impuesta por instituciones
tales como el Estado, la Iglesia, la enseñanza,
etcétera. Y con tal ideología, los oligarcas
liberales expresan y justifican moral y
jurídicamente sus objetivos, su concepción del
pasado e imaginan su futuro a través de sus
representaciones ideológicas. En suma, la oligarquía
se convierte en grupo canonizante “guardia” del
sistema al disponer de una técnica determinada en el
manejo de las representaciones y símbolos. El
simbolismo del orden social, de la dominación y de
la sumisión, de las jerarquías y de los privilegios,
etc. alimentaba la defensa de los intereses de la
oligarquía. Y era anémica e insuficiente la cultura
dominante.
Y unas cuantas de estas observaciones se las debo al
amigo Rafael Gutiérrez Girardot cuando en Valencia,
España, discutíamos acerca del surgimiento del
Modernismo hispanoamericano. Entonces él hizo
hincapié en que fue un sociólogo alemán, Ferdinand
Tönner, quien en 1887, publicó una de sus obras
fundamentales, Comunidad y sociedad, en la que
analiza la dinámica de su presente con los dos
conceptos del título:
o COMUNIDAD, para decirlo muy abreviadamente como
forma de vida social fundada en relaciones
personales, espontáneas, tal como se conocen en el
campo y en la provincia, y
o SOCIEDAD, como forma de vida social fundada en
relaciones anónimas, racionales, tal como se
presentan en la ciudad.
Sin duda, este nuevo libro de Luis Ferrero arroja
haces de luz sobre la historia del arte
costarricense. Por lo que me abstengo de ir
señalando aciertos porque mi llamamiento es que este
libro circule profusamente. Además, porque esta
bellamente impreso y hay gran cantidad de
ilustraciones esclarecedoras, como un cuadro
analítico con el cual el lector puede ir apreciando
la temporalidad de los diversos artistas que se
estudian. El libro se complementa con breves
reseñadas biográficas de los artistas costarricenses
del siglo 19.
Para terminar vaya nuestra agradecimiento al autor
por haber fijado una panorama comprensible de la
historia del arte tico. Ese libro del prestigioso
investigador Ferrero, en esa novedosa circunstancia,
con armas y bagajes puestos al día, va a cubrir un
gran hueco en la historia del arte centroamericano
pues renueva muchos saberes de Ferrero y representa
una contribución de primer orden.
El recorte no indica nombre del periódico ni fecha
de publicación en Tegucigalpa, Honduras.
1986 “Semanario Universidad”. Zúñiga - Costa Rica.
En: “Semanario Universidad”, 4 de abril de 1986 p.
12.
ZÚÑIGA - COSTA RICA
Este trabajo analítico de Luis Ferrero constituye la
más importante recuperación de un artista plástico
que perdimos nosotros y ganó México, por culpa de
las ignorantes capillas academicistas de los años
30. Francisco Zúñiga no es un producto del entorno
mexicano, como bien lo demuestra Ferrero. Zúñiga ya
era un gran artista antes de partir en 1936, y es 1º
visible en la colección de obras primerizas que
Daniel Yankelewitz le compró a la familia del
escultor.
El ensayo de Ferrero es rico y está magníficamente
ilustrado. Nos brinda una visión biográfica del
creador y al mismo tiempo nos va mostrando las
primeras épocas suyas como imaginero, dibujante,
pintor, xilógrafo y, aunque son pocas las esculturas
de aquellos años, ya en el dibujo se siente su línea
de volumen que habrá de culminar con la famosa
“Maternidad” y finalmente con sus mujeres sentadas
de la época actual.
Las ilustraciones escogidas dan buena idea de lo que
fue el proceso de aprendizaje. Algunas no tienen
mucho valor, pero otras son piezas clave para el
futuro del artista. Me refiero, por ejemplo, a los
dibujos “Pepe” y “Repollos”. Lo cual indica que las
raíces de Zúñiga fueron echadas aquí, aunque en
México tuvo un abrazo estimulante con esa cultura
prehispánica que él ya andaba buscando como esencia
para su quehacer.
Finalmente el libro recoge todos los artículos de la
polémica que origina la escultura “Maternidad” en
1954, 1os que constituyen otro importante rescate
para el análisis de nuestra historia del arte y para
el conocimiento de nuestro talante.
Excelente y cuidadoso trabajo de Luis Ferrero, salvo
en unos pocos momentos se le sale “lo argentino” que
lleva dentro.
En: “Semanario Universidad”,
4 de abril de 1986 p. 12.
1987
Marco Retana. Gozos del recuerdo. En: “La
República”, noviembre de 1987.
GOZOS DEL RECUERDO
MARCO RETANA
Hace unos años, los neófitos de entonces nos
enteramos de la existencia de un gran pintor
costarricense, que se llamaba Ezequiel Jiménez Rojas
y que había sido el primer paisajista que en nuestro
país, dejó el taller para irse con sus caballetes y
sus pinceles a los montes, al aire libre, el plein
air de los franceses, por lo que le decían “El
Plenarista”, quien sabe si con mucho de sorna, tan
común en el ambiente.
Hoy recibimos un nuevo libro, y aunque en la portada
no trae el nombre del autor, en la falsa portada nos
enteramos de que es el mismo que había presentado al
maestro hace casi diez años, del mismo conocedor
profundo de su obra, y quien con cariño especial se
ha dedicado a estudiar al hombre y su época para
dejar un documento sólido sobre el paso del artista
por la tierra: Luis Ferrero-Acosta.
De Luis no hay nada que agregar, como no sea el
agradecimiento, de nosotros y de la patria, cuando
menos lo esperamos nos sale con una obra nueva. Y
cada una de ellas son verdaderas joyas de la
historia y de la literatura costarricense.
En este año de 1987, el Museo Nacional cumplió los
cien años. Para conmemorar tan importante
acontecimiento, la Imprenta Nacional y el Museo
Histórico Cultural Juan Santamaría, firmaron un
convenio de cooperación mutua, cuya acción inicial
fue una exposición de pinturas del maestro Jiménez
Rojas y la publicación de un estudio sobre su obra
que es el título de esta reseña: Gozos del Recuerdo.
El libro consta de los siguientes apartados:
a) Un Mensaje del Museo Histórico Juan Santamaría,
por su director Lic. Raúl Aguilar Piedra,
b) b) Mensaje de la Imprenta Nacional, a cargo del
Lic. Isaías Castro Vargas, director.
c) c) Juntas directivas de ambas instituciones:
Museo e Imprenta,
d) Cuerpo del libro: Ezequiel Jiménez, esbozo
biográfico: Gozos del Recuerdo: Dos décadas
renovadoras (1890-1900), El Plenarista, maestro del
paisaje latinoamericano. Epílogo: maestro del
paisaje latinoamericano.
e) e) Bibliografía y Catálogo. Cuatro láminas en
color y unos cincuenta grabados en blanco y negro,
aparte de algunas fotografías familiares del autor,
conforman el tomo que nos permitirá tener una visión
más clara y certera de la figura y obra de Ezequiel
Jiménez Rojas.
Ezequiel había nacido en 1869. Estamos iniciando lo
que sería la época liberal en Costa Rica. Una nueva
forma política se acerca. Dentro de un año, Tomás
Guardia dará un golpe de Estado a Jesús Jiménez. Es
el año de la Ley de Gratuidad de la Educación
Primera. Hace veinte años se publicó el Manifiesto
Comunista, y el mundo temblante las exigencias de
las clases trabajadoras por un trato decente.
“Vivió su niñez en el mismo vecindario en que
nacieron y se crearon Manuel González Zeledón (Magón)
y Aquileo J. Echeverría. En la plenitud, Aquileo y
Ezequiel comparte en sus andanzas y afanes
culturales. El destino habría de unir sus nombres,
ya en el periodismo, ya en el tomo Concherías que
Ezequiel ilustra, convirtiéndose así en el primer
pintor costarricense ilustrador de libros”, nos
cuenta Ferrero-Acosta. Y el libro nos presenta
cuatro grabados de unos dibujos románticos que
ilustraron aquel drama campesino que Aquileo tituló
“Cuatro filazos”, o la cromática “Acuarela”, y la
descripción de la bella Lina del poema “En febrero”,
o la costumbre que se nos va día a día: “La
serenata”.
Representante de una época trascendente para las
artes costarricenses, el nacimiento de las mismas,
pasa Ezequiel, con la rapidez del siglo que lo
espera, a ser parte guía de aquel grupo que se llamó
de La Nueva Sensibilidad: Teodorico Quirós,
Francisco Zúñiga, Luisa González, Francisco
Amighetti, Manuel de la Cruz González y luego Fausto
Pacheco. Estos pintores serán los recreadores de
aquellas pinturas que por 1885 nos dio el maestro:
la casa de adobes. Dice don Luis Ferrero: “Con ello
nació como iconografía nacionalista este tema. La
representación, o mejor dicho, la recreación de la
casa de adobes, más tarde, será un símbolo de
representación serial o común denominador del grupo
de la Nueva Sensibilidad”,
Importante libro de Luis Ferrero-Acosta, que
enriquece la bibliografía costarricense, acerca de
los orígenes de su pintura y los maestros que la
crearon. Y una mejor manera de conmemorar el
centenario de nuestro Museo Nacional.
En: “La República”,
noviembre de 1987.
1987 Sánchez, Maureen. Luis Ferrero y nuestra
historia precolombina. En “Revenar”, Año VII No 13.
Agosto-diciembre de 1987, pp. 37- 41.
LUIS FERRERO Y NUESTRA HISTORIA PRECOLOMBINA
MAUREEN SÁNCHEZ
Ferrero, Luis. ¿Por qué prehistoria si hay historia
precolombina? Editorial Universidad Estatal
Distancia, 1986.
Al inicio de este libro, en “El por qué de esta
lección”, el autor reconoce su interés por compartir
conocimientos y experiencias con los estudiantes o
un amigo lector que se sienta atraído hacia los
temas precolombinos.
El libro recoge una serie de aspectos muy sugestivos
para desarrollar un comentario oportuno. Considero
que el punto central de su discurso, y dicho sea, de
gran actualidad en las discusiones antropológicas,
es sin duda el concepto de “prehistoria”, utilizado
para caracterizar el estudio de las sociedades
antiguas o precolombinas. Como bien lo señala el
autor, existen toda una gama de implicaciones
alrededor de este concepto. Por un lado, el término
califica principalmente a estos grupos como ágrafos
y esto posee sin duda una connotación no tanto de
desconocimiento en sí, sino de desvalorización de
nuestra cultura aborigen. Este hecho tiene su
explicación en el enfrentamiento inicial de la
sociedad europea de finales del siglo 15 y el siglo
16, cuando los grupos conquistadores y colonizadores
reflejaban toda una carga de prejuicios en torno al
modo de vida de las comunidades aborígenes, llegando
de manera sistemática a imponer nuevas formas de
explotación económica, de organización política,
etc., minimizando su ideología (cosmovisión), bajo
el argumento de que los indios no eran seres humanos
poseedores de un alma.
Esta actitud debe de reflejarse no como un hecho
propio de aquel momento, sino como el inicio de un
proceso del cual aún somos testigos, ¿y por qué no?,
Responsables.
Luis Ferrero señala adecuadamente y nos enriquece
con ejemplos, el enfrentamiento de estos dos modos
de vida tan distintos. Lastima que no profundice en
las consecuencias (actuales) del mismo. Me refiero,
concretamente al por qué hoy continuamos
menospreciando la raíz de nuestro ser
latinoamericano y asumimos valores, tradiciones o
costumbres totalmente ajenos a nuestra trayectoria,
sin cuestionarlos o al menos meditarlos. Por qué
muchísimos costarricense se enorgullecen de contar
con una población indígena tan reducida en
comparación a la de otros países amigos como
Guatemala, El Salvador o Perú, valorizando el color
blanco en la piel y los cabellos rubios de algunos
de nuestros campesinos.
Este es sin lugar a dudas el punto por el que
debemos de guiar nuestros esfuerzos los
historiadores, antropólogos y demás científicos
sociales. Es importante divulgar, cómo el autor del
libro en cuestión lo hace, nuestro pasado, con ello
hemos borrado una serie de mitos como el de los
pueblos ágrafos. Pero considero que debemos ir más
allá. No es suficiente el reconocer algunos aportes
de los grupos autóctonos, como la domesticación e
introducción al resto de los continentes del maíz,
la papa, el tomate o el frijol. Es necesario
integrar esos y otros elementos para percibir de
mejor manera cuál fue el legado de las sociedades
aborígenes, el cual transformado por los procesos
sociales de la colonia y las épocas posteriores,
logra sobrevivir y perpetuarse hasta hoy; con ello
encontraríamos un sentido a la pregunta de por qué
somos así, el por qué de nuestro modo de vida, la
identidad latinoamericana o en el caso particular de
las identidades locales, por ejemplo el crisol
cultural del Atlántico o la región
Guanacaste-Nicoya.
Hay que unir esfuerzos e iniciar conjuntamente los
pasos hacia ese Proyecto de Revalorización de
nuestro Patrimonio e identidad Nacional, compromiso
esbozado por la arqueología social:
“Si el arqueólogo es consciente de su compromiso, su
investigación debe orientarse al estudio de las
sociedades americanas que desde el pasado más remoto
y dentro de sus trayectorias históricas, incluidas
las complejas relaciones interétnicas en su dinámica
de desarrollo, son la raíz y esencia de los pueblos
latinoamericanos” (J. L. Lorenzo 1979, pp. 85).
Ferrero plantea correctamente que la Historia como
disciplina científica no puede verse aislada de la
Antropología, salvo en la cuestión metodológica.
Existe un interés que las une e identifica: el
estudio del hombre en sociedad, sus procesos de
cambio sociocultural.
Bajo esta perspectiva, la unión de estas dos
disciplinas es ahora más fuerte, ya que una
interpretación histórica de un proceso específico
debe analizarse no solo a un nivel horizontal del
problema sino también en un sentido vertical
(temporal).
El autor presenta a la etnohistoria como punto de
enlace entre el arqueólogo y el historiador; este
campo de investigación está consolidándose cada vez
más y Ferrero es uno de sus mejores exponentes, así
como los trabajos recientes de las etnohistoriadoras
M. A. Margarita Bolaños y M. A. Claudia Quirós,
entre otros muchos, nos permiten iniciar la creación
de modelos contrastables con la información
arqueológica.
Como mencionara al principio, la lectura del libro
deja la inquietud en el lector de profundizar muchos
temas, y desearía mencionar en este comentario el
concepto de cultura que el autor plantea y en la
terminología utilizada por Ferrero para caracterizar
de manera general la trayectoria de las sociedades
aborígenes.
El concepto de cultura, de indudable importancia en
el quehacer social, no es analizado tan someramente
por el autor como el término de prehistoria. Ferrero
se enmarca dentro de una posición idealista, como él
lo señala claramente: se inclina por el paradigma
Procesal Cultural y Ecología Cultural o Antropología
Cultural. Personalmente me inclino en términos
epistemológicos por otra posición, materialista; por
ello considero que hay que resaltar el doble
concepto del concepto. L. Bate define sintéticamente
la cultura de la siguiente manera.
“El conjunto de formas singulares que presentan los
fenómenos correspondientes al enfrentamiento de una
sociedad en la solución histórica de sus problemas
generales de desarrollo”. (Bate 1977;9)
Se debe rescatar aquí el aspecto formal de la
cultura (los restos materiales, sus relaciones de
complementariedad y organicidad) y por otro lado, la
forma siempre estará expresando el contenido social.
De esta manera no podría compartir la visión de
Ferrero en cuanto a los objetos materiales como
intermediarios entre el hombre y su medio. La
relación hombre-naturaleza es siempre dinámica y
contradictoria, el cambio se da en los dos vértices,
tanto el hombre modifica al medio como éste altera
sus procesos mentales, físicos y sociales.
Si se considera que la conformación de la sociedad
actual es el producto de un proceso de integración
constante, en donde se reflejan los legados de los
grupos aborígenes de la sociedad indohispánica, de
múltiples etnias como africanas, caribeñas,
europeas, entre otros. Debemos ser cuidadosos –como
en cualquier otra ciencia– en el manejo de la
terminología empleada por la Arqueología: los
conceptos de tradiciones culturales, secuencias
culturales (fase, período, etapa) –divisiones
espacio-temporales– deben ser expuestos sólo para
fines estrictamente analíticos; a veces se tiende a
explicar diferentes procesos a la luz de estos
modelos analíticos, que a la postre confunden al
lector y paulatinamente tienden a enfatizar la
visión fragmentaria de la historia, la que se
refleja por etapas que conllevan la idea de
desarrollo, de lo primitivo o simple o lo civilizado
o complejo.
Luis Ferrero se encuentra consciente de que esta
terminología es inadecuada, poco homogénea en cuanto
a su definición misma.
Para concluir, es preciso resaltar la labor de
Ferrero en el campo de la divulgación de nuestra
historia antigua, que ha sido siempre oportuna; el
contacto con colegas arqueólogos e historiadores se
manifiesta siempre en sus trabajos.
La lectura de este libro despierta el interés por
poner de nuevo en el tapete muchos temas que los
hemos dejado de lado, esperando otra oportunidad
propicia para motivar el sano debate y la crítica.
Esperamos volver a disfrutar próximamente de otro
aporte de Luis Ferrero, pues como él lo señala, es
comunicador por vocación.
En “Revenar”, órgano de divulgación cultural de la
Asociación de Autores de Costa Rica. Año VII No 13.
Agosto-diciembre de 1987, pp.
37- 41.
1987 Jiménez, Joaquín. Entre el pasado y el futuro.
En “La Nación”, 16 de agosto de 1987, p. 3-D
ENTRE EL PASADO Y EL FUTURO
JOAQUÍN JIMÉNEZ
Luis Ferrero nos sorprendió con su monumental obra
Costa Rica Precolombina, que en 1975 obtuvo el
Premio Nacional Aquileo J. Echeverría y el Premio
Áncora al Mejor Libro del Año. Con este asombroso
texto él renueva la concepción del conocimiento de
las culturas aborígenes de Costa Rica.
En 1985, el infatigable maestro Ferrero igualmente
nos sorprendió con Perfiles al aire (Museo Histórico
Cultural Juan Santamaría, Alajuela), ¿Por qué
prehistoria si hay historia precolombina? y Sociedad
y arte en la Costa Rica del siglo 19 (ambos libros
publicados por la Editorial Universidad Estatal a
Distancia). También son libros que dejarán profunda
huella. Estos nuevos títulos son más pruebas de la
capacidad que él tiene para investigar la cultura
costarricense.
Entre el pasado y el futuro es el texto gemelo de
Costa Rica precolombina. Lo complementa. Lo
enriquece y fija nuevos rumbos.
Anotemos algún ejemplo: En todas las obras relativas
a la historia de Costa Rica se dice que nuestro país
estaba poblado por 27 mil indios cuando llegaron los
españoles. Ferrero discrepa de este número y aplicó
metodologías muy recientes de demografía histórica.
Llegó a la conclusión de que, en Costa Rica,
exceptuando el territorio hoy Guanacaste, había
alrededor de 400 mil aborígenes. La cifra que él
establece sí es muy convincente. Está más de acuerdo
con la enorme cantidad de objetos arqueológicos que
se conocen, y que pertenecen la período de 1350 a
1560 d.C. Por ende, muchos otros antropólogos han
tomado esta cifra poblacional para actualizar sus
textos.
Como el Maestro Ferrero comenta, interpreta los
datos etnográficos de los informes coloniales,
“incompletos e insuficientes para mostrar naturaleza
de una realidad antropológica”. Su metodología es
convincente y tiene claridad de conceptos.
Ferrero va incursionando fundamentalmente en los
grupos tribales y en los cacicazgos. Nos habla de
los Tariacas, Viceítas, Corobicíes, Chomes, Tices,
Catapas, Votos, Suerres, Coctus, Doraces, Guaymíes,
Turucacas, Cuchiras, etcétera.
Llega a la conclusión de que
“aunque muestran bastante homogeneidad tecnológica
hay también rasgos locales bien definidos que
permiten dividir el territorio en varios subsectores
de acuerdo con los niveles, variedades y
adaptaciones culturales, según los diferentes
microambientes. Todo ello producto de siglos en que
estos aborígenes fueron creando finas adaptaciones
culturales e intercambiando materia, energía e
información con su medio. Por eso, lograron crear un
arte, una religión, un ritual, etcétera. Se crearon
instituciones que varían enormemente de forma y
función, pues los medios de subsistencia por lo
general eran complejos, los oficios artesanales muy
desarrollados y sofisticados, incluso, los rituales
estaban regulados a pesar de los mecanismos
niveladores”.
Por cuanto el vínculo lingüístico es fundamental,
explica que
“existía una macro lengua o sean diferentes grupos
de lenguas unidas por una cadena de micro lenguajes
que son el conjunto de lenguas mutuamente
inteligibles entre ello. Ello debió mantener latente
la identidad entrelazada de diferentes etnias para
conservar durante la etapa colonial una gran
cantidad de rasgos culturales sin mucho cambio”.
Respecto a la alimentación, concluye que la
utilización concentrada de proteínas fluviales o de
cacería, los tubérculos y el pejibaye son rasgos
diagnósticos de culturales tropicales amazónicas
caracterizadas por la vegecultura.
En Costa Rica, también predominaba un sistema de
cosechas múltiples que permitía la existencia de
aldeas con varios centenares de habitantes. La
combinación de raíces, cosechas de árboles y granos
con énfasis en los primeros, “daña poco el bosque
tropical que si se sigue el sistema de agricultura
intensiva basada solamente en granos”.
Así cabe destacar que también son significativas las
explicaciones y conclusiones relativas a la
arquitectura. La organización familiar basada en
parcialidades matrilineales exogámicas constituye
uno de los mejores capítulos. Lo mismo, el sistema
político caracterizado por el cacicazgo, basado en
el linaje o clan. Al respecto, fija nuevos rumbos en
el estudio de nuestras comunidades precolombinas.
Por ello, han surgido otros estudios que amplían las
bases sentadas por el Maestro Ferrero.
Importantísimo es también el capítulo “Chamanes y
creencias”, el cual establece pautas para nuevas
interpretaciones del arte de aquellos pueblos. Y
sorprendentes son los hallazgos estéticos
iconográficos que se consignan en el capítulo
“Manufacturas y comercio”.
El epílogo, “¿Y qué fue de los amerindios?” es una
de las mejores síntesis de lo que significó la
conquista española. El Maestro Ferrero analiza la
forma cómo el español desintegró los pueblos
aborígenes y creó un sistema estricto de apartheid
que pudo paralizar parcialmente el mestizaje a pesar
del severo sistema de castas.
De extraordinaria importancia son las anotaciones
que él hace a los cuatro anexos, de Hernando Colón,
Juan Vázquez de Coronado, Agustín de Ceballos y
Manuel de Urcullu. Las notas aclaratorias que pone
al pie de página son un dechado de erudición que
aclara tales documentos.
En síntesis, Entre el Pasado y el Futuro cumple con
sobradas razones del propósito del autor de
“suscitar interrogantes o sea el arte de dudar,
descubrir, demostrar y dudar nuevamente”. Otro es el
concepto que el costarricense tendrá de los pueblos
aborígenes a partir de esta obra.
En “La Nación”,
16 de agosto de 1987, p. 3-D
1994. Hernández J. Vilma. Felicitan a columnista.
En: “Al Día”, 10 de marzo de 1994.
FELICITAN A COLUMNISTA
VILMA HERNÁNDEZ J.
La poca atención que se le da al artista
costarricense es producto de la ignorancia de muchas
personas de nuestro país que tienen los ojos siempre
puestos en el extranjero sin darse cuenta de que en
Costa Rica incluso se producen obras de arte bien
cotizadas en el exterior.
Lo importante no es sólo que nos demos cuenta de lo
que ya saben los extranjeros, sino, también, de que
valoremos lo nuestro, que tiene el mérito de estar
basado en tradiciones propias y en nuestro paisaje y
manera de ser.
Por este motivo felicito a don Luis Ferrero por sus
valiosas columnas sobre arte e historia. Mediante
sus escritos, don Luis da a conocer aspectos de
nuestra vida cultural que de otra manera quedarían
en el olvido.
Espero que continúe con esta actividad tan
importante muchos años mas, porque los jóvenes
tienen derecho a que se les recuerde que no solo que
vale la pena viene del extranjero.
En: “Al Día”, 10 de marzo de 1994.
1995. Solari, Juan Carlos. Explosión creadora
Fundación UNA y Centro de Estudios Generales de la
Universidad Nacional.
EXPLOSIÓN CREADORA
JUAN CARLOS SOLARI
No sorprende que Luis Ferrero a menudo nos brinde
nuevos textos desmitificadores de la historia
costarricense. Ahora lo hace con sus ensayos
reunidos bajos el título Explosión creadora.
A no ser que alguno por curiosidad quiera saber algo
del pensamiento de tres ácratas de la Costa Rica de
principios del siglo 20, forzosamente tiene que
acudir a este libro. El actual sistema educativo
está lleno de una falsa información y se hace caso
omiso de lo nuestro por muy importante que sea. Y
las lagunas de la historia costarricense son océanos
inabarcables.
La tensiones que provocaba la oligarquía cafetalera,
activaron en Costa Rica la polémica relativa al
futuro de la patria. Y en esto sobresalieron los
ácratas.
Yo diría que sí hay pensamiento costarricense. La
prueba la tenemos en Roberto Brenes Mesén, Joaquín
el García Monge y Omar Dengo, intelectuales que Luis
Ferrero estudia en este libro. De don Roberto
destaca su pensamiento filosófico, de García Monge
su amancia y ciencia, y de Omar Dengo sus opiniones
educativas y políticas. La fuerza doctrinaria de
ellos paralelamente alienta el proceso de madurez
que estaba constituido por el rico espectro de
inquietudes latinoamericanista, pregonadas desde los
escritos de José Martí y José Enrique Rodó, dos
grandes penadores que se leían en todo el
continente.
Los ácratas lucharon siempre por el hombre singular
y compartieron la idea de que la felicidad y moral
no se procura en una ególatra relación hacia sí
mismo, sino hacia los demás. Por ello, es
pensamiento estaba regido por la tríada de Verdad,
Belleza y Justicia.
Los jóvenes desconocen todos esos aportes porque
nuestro sistema educativo no les presta atención a
pesar de que los tres ácratas que Ferrero estudia
fueron creadores de tradición y condujeron el
conflicto por renovar a Costa Rica. En cambio, la
mayoría de los jóvenes actuales está metida en la
dinámica masificadora y transnacional. Quizá el
problema primordial en la actualidad no es de
identidad en un sentido estrecho con su indicación
ideológica nacionalista. Ahora bien, la posibilidad
de sobrevivencia cultural significa un ejemplo
polémico para que podamos entrar a discutir. Y
Ferrero nos da los instrumentos indispensables en
este libro como en muchas de sus obras publicadas
anteriormente.
No puedo omitir con relación a lo universal el
problema de la globalización. Este asunto de la
globalización de la cultura no significa, como
anuncian ciertos sectores que ahora todos podemos
participar democráticamente de una cultura total. La
realidad es que los países desarrollados están
globalizando a los demás. Y en esta transformación
lo que estamos haciendo es recibir y consumir
pasivamente la producción simbólica que nos viene
del norte. No somos interlocutores reales en ese
proceso: no hay busca real, solo una emisión de allá
para acá.
Si realmente queremos nuestra tradición sea cómo se
ha venido operando la transformación de hechos
humanos particulares en una esencia universal, algo
mucho más grande y espléndida capaz de unir
personalidades disímiles bajo un solo sentimiento de
identificación. La verdad de los tres ácratas fue
transformadora porque tuvieron fuerza suficiente
para mover los esquemas que manipularon su sociedad.
Y, al respecto, Explosión creadora nos devuelve una
realidad transformada en voz de la conciencia. Ese
papel del hombre investigador es un tema recurrente
en la obra de Luis Ferrero. Es decir, su prestigio
como investigador de nuestra cultura se ve
engrandecido por una cualidad humana bastante
extraña en nuestros días: la lealtad consigo mismo.
Y en Explosión creadora demuestra, de nuevo, ser
coherente con sus principios y convicciones en lo
que se refiere al rol del escritor frente a la obra
literaria y a la sociedad.
La intolerancia y el fanatismo, -constantes en la
historia de nuestros pueblos-, entorpecieron en
mucho las actuaciones de Brenes Mesén, García Monge
y Omar Dengo.
Este libro demuestra la honestidad y rectitud de
Luis Ferrero quien arriesga en no caer en la inercia
y el pesimismo.
De ahí que leyendo su breve historia de la Escuela
Normal de Costa Rica, ensayo con que cierra este
libro, surgen ideas en torno al sistema educativo de
hoy que es forzoso poner sobre el tapete. ¿Cuánto no
es efecto del mismo sistema dentro del cual los
educadores se ven obligados a trabajar? Los malos
sueldos, la falta de estímulo, la cantidad excesiva
de alumnos en las aulas, las carencias materiales de
las escuelas, las “genialidades” de superiores, la
grotesca coacción de modas, las actitudes
irracionales de tantos padres de familias, y, en
general, de las comunidades.
Y juzgando, lo único que pienso es cuán urgente
resulta leer el libro Explosión creadora, de Luis
Ferrero, para que meditemos en cuánto hemos perdido
al implantar tanto zarandeo en el sistema educativo.
Volvamos a las ideas fundamentales de Brenes Mesén,
García Monge y Dengo. No hay dudas, preocuparse por
este problema es luchar y tener entre manos un duro
trabajo.
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