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.......................        La rebelión de las Margaritas

El licenciado Guevara continúa en su tarea confesando a las damas, y cuando puede mete un consejito que algunas veces ha producido un efecto positivo en el campo de la lucha contra la esclavitud. Aunque pequeña, se ha recogido alguna cosecha en ese terreno.
Por ejemplo, un 19 de febrero de 1726, en la casa del gobernador Capitán General don Diego de la Haya Fernández, ante él y el Teniente General don Pedro José Sáenz, fungiendo ambos como notarios, se presenta doña Margarita Barquero para dar la libertad a su esclava Baltasara de los Reyes, mulata que heredó de sus padres, y a la hijita de ésta, Josefa, de un año de edad.
En Cartago todas las transacciones comerciales se hacen ante notario. Debido a que son pocas las personas que dominan la lectura y la escritura, generalmente los encargados de tomar nota son funcionarios de alto grado, incluso el gobernador. Los notarios acondicionan algún aposento de su propia casa para realizar las escrituras.
Doña Margarita no ofrece ninguna explicación para el acto de liberación que está llevando a cabo, ni los señores se atreven a preguntarle. Se firma la escritura y nada más. Pero cuando el 26 del siguiente mes de marzo aparece doña Margarita de Flores a darle la libertad a su esclava Ana Margarita y a sus cuatro hijos, Manuela, María, Sebastián y Esteban, el Teniente se empieza a preocupar. Le pide a la señora que espere y lleva al Gobernador a un lugar privado, donde le pregunta:

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-¿Usted que cree, esto de liberar a los esclavos se estará volviendo epidemia?
Don Diego, con el sentido del humor que lo caracteriza, le responde.
-Podría ser una enfermedad que les da a las "Margaritas". Sería bueno que alerte a Nicolás, el jardinero. No, no, Teniente; esto es sólo una casualidad. No obstante, y por si acaso, voy a interrogarla un poco a ver qué le saco.
Doña Margarita de Flores no se deja intimidar. Muy segura responde:
-¿Me pregunta usted por qué estoy haciendo esto? ¿A usted le parece extraño? Estas personas se criaron en mi casa, como mis hijos. Les tengo cariño de madre. Además, así lo dispuso antes de morir mi difunto esposo, el Teniente General don Sebastián de Garita, que Dios tenga en la gloria. Margarita, me dijo, usted sabe que son como mis hijos adoptivos, y no podría enfrentarme al Creador sin haberle pedido que les dé la libertad.
-¿Eso -pregunta don Diego-, lo dejó don Sebastián escrito en su testamento?
-¿No cree usted en mi palabra, señor Gobernador?
-Por supuesto, señora, ¡claro que sí! Procedamos a redactar la escritura.
Jamás dirán las buenas señoras que es el licenciado Guevara quien las ha convencido de realizar ese acto. Ellas le confían al padre sus más íntimos secretos, seguras de que él se dejaría matar antes de divulgarlos. Esto de la liberación de los esclavos es, por lo tanto una especie de entendimiento secreto y discreto entre ellas y él, un asunto de conciencia.
Pero los esfuerzos del padre no siempre resultan exitosos. Muchas damas creen en sus palabras, pero no todas tienen valor para concretar el propósito. Las buenas señoras no pueden .....................
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863.44

P695e

ISBN 97-9968-643-58-0