DOMINGO
DE RAMOS |
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Domingo
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Jueves
Viernes
Sábado
Domingo |
PIEDAD Y FE HEREDIANA
EN 1949
LUIS DOBLES SEGREDA
Fotografías del Pbro. Manuel Quesada y Prof.
Alex Carballo
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“Me ha parecido también a
mí,
después de haber entendido todas
las cosas desde el principio con
diligencia, escribírtelas por orden, oh
muy buen Teófilo, para que conozcas
la verdad de las cosas en las cuales
Has sido endeñado”. San Lucas. Cap.
1. Ver. 3-4.
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DOMINGO DE RAMOS |
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La Borriquita. – El Señor del
Triunfo |
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LA MÍSTICA ALDEA DE SAN FRANCISCO es la más dichosa en toda
la Provincia de Heredia.
Ella, la humilde, la campesina aldehuela blanqueada de cal,
tiene el privilegio de cuidar el asno sagrado en que ha de
cabalgar Jesús, el Nazareno, para entrar a Jerusalén el
Domingo de Ramos. Los doce hombres mayores del pueblo
reciben como recompensa a sus virtudes el derecho a cuidar
el manso animal. Cada fin de mes pasa de manos de un
patriarca a manos de otro, para que sea guardado casi en
olor de santidad.
A lo largo del año, manos cuidadosas de niños dulces y de
viejos limpios de corazón, le soba el lomo, le peinan la
crin, le dan maíz en guate y pasto fresco sobre el cuenco.
Todo el año los chicos miran y remiran, con admiración
embobada, el pollino sagrado sobre el cual va a cabalgar un
día el Maestro.Como se acercaba a Jerusalén, Jesús dijo a dos de sus
discípulos: Id al pueblo que está ante vosotros. Cuando
seáis entrados, hallaréis un asno atado, desatadle y me lo
traéis. Si os dijeren: ¿qué hacéis? Responded: El Señor lo
necesita y al instante os lo dejarán. |
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Y he aquí que el
pueblo de San Francisco tiene el asno de Betphagué
atado bajo el árbol de su |
Entrada Triunfal
de Jesús a Jerusalén.
Festividad del día
de Palmas en Heredia 1970. |
piedad y espera día
tras día un mes tras otro mes, acariciando aquella
acémila, como a una novia, con la ilusión de que una
mañana lleguen Ñor Esteban Cambronero y don Elías
Quesada a desatarla para mostrar sobre ella al
pálido Rabí de Galilea.
Porqué está escrito:
he aquí que tu Rey vendrá a ti, lleno de dulzor
sentado sobre un asno.
Ese domingo, con los
primeros claros del alba, la plaza del pueblo se va
hinchando de gente, que llegan del oeste de la provincia:
son devotos de Santa Bárbara, de Flores, de Belén, de la
Ribera, que llegan a San Francisco, endomingados, para
sumarse al regocijo. Don Elías y Ñor Esteban conservan como
un timbre tradicional, porque son mansos y honestos,
el alto rango de montar al Nazareno sobre este asno
y sostenerlo de ambos costados para que no caiga con
el menudo trote
Isaac Morales y
Feliz Vargas tienen el derecho de llevar la brida;
Chilo Sánchez de poner la silla. ¡Dichosos hombres
que pueden santificar las manos en ese afán del que
hablan todo el año como de un arduo negocio!
Ya caballero a la
jineta, bajo su gran sombrero de teja y su amplia
túnica violácea, orlada de oros, las gentes se
apiñan y quieren ahogar la pobre bestia del Señor.
Toso tienen el ansia de tocar sus lucias ancas, su
hocico fragante a hierbas frescas, sus orejas
asustadas y erguidas como antenas.
Vienen los niños primero, luego las mujeres, después
los hombres, pero ninguno se ocupa de acariciar al
Santo, todos santifican las manos pecadoras tocando
la piel lustrosa del asno. |
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No tendrán dicha en el
año aquellos que, indiferentes y engreídos, no quisieron
poner las manos sobre la humilde bestia, agobiada bajo la
montaña del cariño campesino.
Entonces comienza la procesión hacia la ciudad de Heredia,
que es Jerusalén.
La tropa marcha en silencio, con unción beatifica, por un
kilómetro que tiene la ruta.
Allá, ad portas, la ancha calle de iglesias está cerrada por
un muro de cartón y lienzos alegóricos. Hasta él se acerca
la respetuosa y muda caravana.
Del otro lado esperan los pueblos del Este de la Provincia:
gentes de San Rafael, de Barva, de Santa Lucía, del Rincón,
de la Lagunilla, de San Pablo.
Ellos vienen con palmas y con manojos de flores, pero aún
permanecen en silencio.
A su cabeza está el señor Gobernador de la Provincia, con su
verdeante levita de antiguo corte; el señor Comandante de
Armas, en gran uniforme, y con pompones de pluma; el señor
Cura, de regia casulla, con gruesos relieves dorados; en
torno los frailes en revestidos de toda gala. |
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En todos los pechos se
aposenta el silencio, ávido de captar la palabra sagrada.
Tres golpes secos da el fraile de San Francisco, llamando al
muro, y el Párroco de Heredia levanta las manos sagradas y
exclama:
–¡Hosanna al Hijo de Dios! ¡Bendito sea quien viene en
nombre del Señor!
Entonces se abre el ancho y pintorreado portalón
jerosolimitano. Abrense las navetas de los monaguillos, se
agitan los blancos roquetes y el incienso sube a perfumar el
aire con minúsculas nubes de aroma. La banda militar repica
sus tambores y ataca alborotados pasacalles, todas las bocas
cantan himnos de aleluya y las que no cantan sonríen para
que se derrame el regocijo.
Las manos se agitan y las palmas benditas y las flores,
alzadas como banderas, ponen una nota de color y de amor en
el cortejo. |
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Dice Mateo:
“Y he aquí que el pueblo extendió sus manos a lo largo del
camino. Otros cortaron ramas de los árboles y las
esparcieron por el suelo, y toda la multitud, delante de
Jesús y detrás de Jesús, gritaban:
–¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito sea quien viene en
nombre del Señor!” |
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